Roberto García López
Acariciando la escultura, la piedra natural con aceite de aloe, recuperas el contacto con la realidad y la materia y te consuelas de todas las fechorías de esta digitalidad en que nos movemos.
Todas las obras de Roberto García López
Viejos camiones • 3 obras de arte
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Camiones abandonados, oxidados, viejos, antiguos, y no solo camiones, también otras viejas máquinas, [...]
Camiones abandonados, oxidados, viejos, antiguos, y no solo camiones, también otras viejas máquinas, generalmente usadas para el transporte
Esculturas Acariciables Rob (EAR) • 6 obras de arte
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Son esculturas de piedra natural diseñadas para ser acariciadas, su estado normal es sin brillo ni color [...]
Son esculturas de piedra natural diseñadas para ser acariciadas, su estado normal es sin brillo ni color vistoso, pero muestran su belleza al ser acariciadas con algunos tipos de aceite de manos, recomiendo aceite de aloe.
De reducido tamaño y peso, fino tacto. Se pueden considerar piedras de compañía.
Las considero vivas por su cambio de aspecto al interactuar con ellas.
También las considero curativas, porque son reales y atraen todos nuestros sentidos: ponderamos su peso y su forma con nuestras manos, acariciandolas con aceite nos admiramos de la belleza, de sus colores, vetas, matices y tonalidades. A través de la materia recuperamos el contacto con lo natural, lo real y nos concentramos en la contemplación de la belleza en algo concreto, separandonos unos momentos de la atracción de lo efímero y vacío de lo digital.
Además son discretas, ocultan su belleza, hay que cortejarlas para admirar su hermosura y con el paso de minutos, horas o días según el tipo de piedra vuelven a ocultar su esplendor, hasta nuestro próximo encuentro con la belleza sencilla.
De reducido tamaño y peso, fino tacto. Se pueden considerar piedras de compañía.
Las considero vivas por su cambio de aspecto al interactuar con ellas.
También las considero curativas, porque son reales y atraen todos nuestros sentidos: ponderamos su peso y su forma con nuestras manos, acariciandolas con aceite nos admiramos de la belleza, de sus colores, vetas, matices y tonalidades. A través de la materia recuperamos el contacto con lo natural, lo real y nos concentramos en la contemplación de la belleza en algo concreto, separandonos unos momentos de la atracción de lo efímero y vacío de lo digital.
Además son discretas, ocultan su belleza, hay que cortejarlas para admirar su hermosura y con el paso de minutos, horas o días según el tipo de piedra vuelven a ocultar su esplendor, hasta nuestro próximo encuentro con la belleza sencilla.
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