Añadido el 30 jun 2007
LA OBRA DE ORLANDO TORRES asume la tarea de re-diseñar la realidad en dos sentidos: buscando una nueva vía de expresión a los signos precolombinos, y abstrayendo lo fundamental de una dinámica que articula la talla en madera y la pintura.
De esta manera integra una propuesta que, a partir de lo formal geométrico, asumido con convicción interna y desligado poco a poco de todo matiz superfluo, explora la madera como material plástico expresivo. El trabajo de talla evoluciona desde suaves formas redondeadas, en movimientos circulares del ritmo del paisaje, hasta surcos lineales que evocan el mundo del intaglio, íconos depurados de la objetualidad del bodegón. Hablaríamos, aquí, de pinturas talladas, formas que recorren superficies con el carácter de marcas indelebles, a través de la textura pulida y lisa de la madera. Relieves incorporados en el mismo material, a veces rompen el formato tradicional del “cuadro”, traduciendo líneas de fuerza que inciden volumétricamente en la obra, invadiendo el espacio adyacente, buscando algún carácter casi escultórico, en la ambivalencia entre lo plano y el volumen.
Por otro lado, los colores en acrílico aplicados, redefinen zonas con geometrías simbólicas de ancestro precolombino y otros diseños lineales que alternan en giros decorativos, unas veces con matices patinados, “envejecidos”, y otras, en la última etapa del trabajo del artista, en una simplificación ascética que va hasta un minimalismo estilístico, producto de la decantación en ascenso de una poética que busca la justeza de la forma y el equilibrio, niveles de la imagen con rigor táctico-visual, y una dinámica en lo formal que acentúa el constructivismo funcional de ritmos, espacios, líneas y cromatismos no exentos de riqueza inédita. Y aquí surge la faceta más interesante de la obra: la depuración y síntesis de las formas se acentúan hasta lo puramente necesario, tanto en su estructura como en el color, en un arte que traduce lo esencial con muy pocos elementos; las líneas-tallas-surcos son suficientemente sensitivas para resolver composiciones temáticas que van desde un sol sobre el paisaje hasta la jarra que deja caer el agua en visos reiterados, u otro evento semejante.
En resumen, temarios figurativos del paisaje y el bodegón, en fórmulas de máxima sencillez formal, limitadas a perfiles compositivos entre planos de orden bidimensional, evocan, quizás, el Dorado ancestral de la leyenda, tanto como la anécdota de algunos objetos en perfil de uso cotidiano. El oficio, entre tanto, rescata los procedimientos de la talla como razones expresivas que trascienden su tradicional limitante artesanal, toda vez que formulan una estética original y personal, dentro de un criterio único, abierto a la exploración subjetiva de una poética creativa en contínua renovación.
El arte de Orlando Torres razona serena y equilibradamente entre el diseño, la imaginación y la matemática de la forma. Es un gesto de la intuición sumada a la creatividad, que ordena la realidad entre los límites expresivos de la abstracción geométrica, evocando raíces de una cultura que, tal vez, se ha quedado guardada entre la historia de algunas cosas olvidadas, pero que es preciso rescatar en tiempos alienados por extranjerismos injustificados.
RODRIGO VALENCIA Q
Pintor