Añadido el 17 jul 2017
ART FAIR MÁLAGA 17
Viajamos a Málaga para asistir a la primera edición de la feria de arte contemporáneo Art Fair Málaga 17, presentada como la segunda en importancia de España después de Arco. Hemos conseguido un alojamiento en el centro de la ciudad, pero no es fácil encontrarlo pues por estas fechas la ocupación hostelera ronda el completo, lo que significa que los precios son elevados y la calidad deja bastante que desear. Aprovecho la ocasión para visitar la exposición que sobre la llamada “Escuela de Londres” tiene lugar en el Museo Picasso situado en el Palacio de Buenavista, un precioso edificio mudéjar. El ambiente, la iluminación, la cuidadosa disposición y enmarcado de las obras, invita a la contemplación guiada de textos más o menos escuetos que acompañan algunas obras. Históricamente la obra de Bacon, Freud, Kitaj, Andrews y Kossof es considerada como una revisión de temáticas que tienen que ver con la figura humana y el paisaje. En particular la obra de Bacon, viene mostrándose como una de las más importantes e influyentes del siglo XX. De acuerdo con las tendencias expresionistas, todas las obras parecen tener algo de autobiográficas. Por la tarde, llegamos por fin a la feria de arte contemporáneo en el Palacio de ferias y congresos. Situado cerca del aeropuerto, se trata de un imponente edificio por sus dimensiones y estructuras metálicas acristaladas. El ambiente que allí se respira es completamente distinto del Museo Picasso: 7.000 metros cuadrados, dos pabellones, 31 galerías venidas de otros países, aunque por proximidad la mayoría son españolas, sobre todo de Andalucía y Madrid. No hay que negar el esfuerzo y empeño que la organización ha puesto en el evento, pues la entrada es gratis y se trata de acercar el arte al mayor número de personas posible. Nada más llegar, nuestra vista se ve incapaz de abarcar tal cantidad de obras expuestas, pues como suele ser habitual en todas las ferias de arte los espacios de muchos expositores son pequeños y acumulan dibujos, pinturas, fotografías, grabados, esculturas … lo que dificulta que fijemos nuestra mirada en algo en concreto. Hay mucha pintura que parece sacada de un taller de una Universidad Popular. También abunda otro tipo de obra que recuerda a la que se vende en los tenderetes de los mercadillos de playa, representan a personajes famosos o el típico perfil de la ciudad de Nueva York. Coexisten otras que son una copia descarada de figuras mundiales del arte como Pollock o Picasso, a precios supuestamente económicos. Este horror al vacío que padecen las efímeras paredes de las galerías, tiene su explicación en el sentido de la feria: el metro cuadrado hay que pagarlo y aquí se expone para vender. Además en su intento por acercar la feria a nuevos artistas, bajo la modalidad de artistas auto-representados (los que no tienen galería ni marchante) por el módico precio de 170 euros, pueden mostrar sus obras en pantallas de plasma de 60 pulgadas, reproducción digital de fotografías, esculturas y grabados alternativamente, durante breves segundos. También se puede alquilar un stand para la exposición física, cuyo precio oscila entre los 800 y 4.000 euros en función del espacio. Debemos decir que estos precios son económicos, comparados con los de otras ferias, pues el arte hoy en día es sin duda un negocio, pero en ocasiones con cierta falta de estilo. Junto a galerías más o menos consolidadas, el propio autor intenta vender su obra allí presente, intentando explicarla y seducir al visitante que atónito, escucha una charlatanería impropia de un artista que se precie. Nueva modalidad comercial en la que no basta con pintar, dibujar o esculpir, sino que además hay que saber explicarlo todo. Tras la experiencia, comprobamos que estamos al acecho de cientos de miradas cuyo único objetivo es la venta, una sensación particularmente desagradable. Además da que pensar, pues no estamos hablando de arte, sino de negocio o en todo caso del negocio como arte. Sea como fuere, convive la obra original y de calidad con otra que no lo es, bien sea mediante la técnica, el formato, la instalación … lo que se denominó en su día como pintura-pintura sigue siendo algo que hay que saber ver y encontrarlo: la abstracción geométrica o gestual, lo cromático o tonal, lo barroco con lo sencillo … Menos originalidad encuentro bajo mi punto de vista, en la mayoría de aproximaciones figurativas de tinte expresionista, surrealista, realista o hiper-realista. En mitad de la feria me encuentro un caballete a modo del de los pintores que retratan al turista en lugares concurridos de una playa de ciudad. Me pierdo y ya no se si esto es un sucedáneo del ready-made o una nueva performance. En conclusión, el intento de democratizar la feria sin a penas filtros previos, es siempre loable pero paradojicamente no produce más ventas, sino todo lo contrario y uno tiene la sensación de que se devalúa. Muchos galeristas hubieran deseado una jornada de puertas cerradas para un público especializado, coleccionistas, instituciones, crítica … Cultura de masas si, pero las masas están por civilizar como percibimos de vuelta a nuestro modesto alojamiento en el centro de Málaga. Por la noche la gente grita en la calle y las viviendas, se han transformado en alquileres turísticos convirtiendo el lugar en un negocio inhóspito. El acceso en coche es prácticamente imposible y son enormes grupos de turistas, los que abarrotan los restaurantes y veladores expresamente pensados para ellos. Aquí, como en tantas otras ciudades, muchos malagueños que antes vivían en el centro, han huido a lugares más habitables. Julio de 2017