Alberto Cabalé

Porque de lo imposible no se sabe demasiado, los hermanos Cabalé deciden estructurar esta exposición a partir de morfologías colindantes, híbridas o impuras, como quiera llamárseles, pero deudoras de concepciones artísticas desapegadas de la ortodoxia tradicional. Esta premisa ha originado la creación de piezas que persiguen desbordar el claustro semántico de nuestros raigales taburetes y convertirlos en objetos autosuficientes en términos narrativos.
No será la primera vez en la Historia del Arte que el universo objetual del hombre adquiere dimensiones alegóricas a su propio devenir. En esta relación sujeto – objeto han quedado, a través de los siglos, rastros suficientes para la configuración del perfil cultural del ser humano y, el arte, no ha querido renunciar a su incorporación como pretexto del hecho artístico. En tal sentido, la funcionalidad del taburete si bien no se quiebra en su totalidad, sí cede protagonismo a otras intenciones comunicativas, comprometidas con una clave axiológica de mayor envergadura.
Y en esto radican los mayores méritos de esta convocatoria. Los Cabalé asumen y resuelven la provocación que emana de una visualidad secular para actualizarla a través de diseños a veces inquietos, a veces ingenuos, y construir una realidad paralela al taburete de antaño conmovido ante su nueva imagen.
M.Sc Teresa Bustillo Martínez

Cuatro patas grandes y fuertes…

En los consabidos registros del idioma, la palabra taburete, remitida específicamente a Cuba, designa una silla rústica de CUATRO PATAS GRANDES Y FUERTES. A lo anterior se añade que el mueble en cuestión está constituido además por un asiento y un respaldo de piel de chivo sin curtir. El taburete es, en efecto, un mueble rústico pero muy práctico, resistente y aunque no sea del todo cómodo, resulta agradable para un buen descanso. Sus cualidades relevantes no se asocian sin embargo a su morfología, sino más bien a su historia, a la tradición, a la leyenda. Viejos guajiros atestiguan longevidades increíbles a algunos de sus taburetes, que han estado resistiendo las “sentadas” de varias generaciones de parientes. Experimentados artesanos continúan una bien arraigada tradición de hacer taburetes, a pesar de los años transcurridos desde que se emplazó por vez primera el mueble en nuestro medio, manteniendo sus diseños básicos y ensayando una y otra vez variaciones en sus estructuras y materiales, en sus colores y tamaños. Se dice que en Arroyo Seco, a fuerza de transacciones sucesivas de habilidades, se mantiene vivo en el imaginario colectivo la fórmula del taburete. Probablemente de allí partió el interés de los hermanos Cabalé para articular su muestra mas emblemática de los últimos tiempos. Ellos, en resonancia con el espíritu de su padre, quizás de algunos más lejanos de la familia, decidieron convertir al taburete en el protagónico de su quehacer y darle a este mueble de singular referencia local un sentido nuevo, mediante expediente de formas sugerentes y entronizaciones simbólicas.

En efecto, los Cabalé, a quienes identificamos como hábiles creadores de muebles de diversos géneros y con bien diferentes propósitos, para variados emplazamientos, les vemos ahora dotando al taburete de una singular referencialidad. Las piezas realizadas obedecen a diseños sui generis que ponen al mueble en cuestión en “poses” de familia, con cierta dosis de ironía, un fino sentido del humor, auténtico modo de ser y expresarse la cubana convivencia. Las alusiones van desde la relación padre-hijo hasta la pareja “encabalgada”, pasando por la “tía meona” o la enigmáticas “divorciadas”. Un gigantesco taburete “padre” constituye sin dudas una pieza atrayente no solo por sus dimensiones en sí mismas, sino sobre todo por su alto valor simbólico, que lo constituye en el exponente de mayor fuerza expresiva. No es menester aquí detenernos en exceso de las soluciones buscadas por estos reconocidos artesanos artistas en cuanto a material y acabados. Baste decir que se propusieron taburetes con la mayor simplicidad posible, sin pretensiones especiales en cuanto a texturas y calados. Intentaron así preservar al taburete en su más original forma y buscar en los diseños correspondientes, atrevidos y fantasiosos, los ordenes preferentes de su caracterización escultórica. A esto último obedece la sabia decisión de situar las piezas sobre pedestales especialmente diseñados con esos fines. De este modo el discurso poético del taburete consagra a este mueble, lo eleva al rango de trono, enfatiza la relevancia que le ha sido otorgada en el ámbito de la familia campesina y cubana en general, su lugar ganado y reconocido por lo mejor, lo más persistente y genuino de nuestra cultura popular.

Dr. Eduardo Albert Santos