menina (2017) Pintura por Saleroarte

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  • Obra de arte original Pintura, Acrílico en Lienzo
  • Dimensiones Altura 31,5in, Anchura 31,5in
  • Categorías Pinturas menos de 5.000 US$ Figurativo
de la serie "meninas" Acerca de esta obra de arte: Clasificación, Técnicas & Estilos Acrílico Pinte con pigmentos tradicionales mezclados con[...]
de la serie "meninas"
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Corre caballito, lejos, Belén es establo destartalado, restos del naufragio de la humanidad. Corre, así como en el corrido del caballo blanco. Caballo viejo melancólico y enamorado, toro de cachos de fuego[...]

Corre caballito, lejos, Belén es establo destartalado, restos del naufragio de la humanidad. Corre, así como en el corrido del caballo blanco. Caballo viejo melancólico y enamorado, toro de cachos de fuego mataste mi caballo. Caballo zaino, caballo rucio, caballito frenao, sobre tu lomo cuento este andar que me lleva. Palo de escoba, juguete de circo, ave de cuatro patas, pez volador, metáfora. El ser más bello de la creación. Pegaso, caballo de Zeus, amo del cielo y de la tierra, nacido de la sangre de Medusa, caballolibertad. Incitatus, Strategos, Genitor, Lazlos. Fabula, caminos, eternidad. Caballos de Tesalia, alazanes, azabaches. Las bridas sostienen el viento, su alzada un magnifico rictus al horizonte inacabado. Astrales, cósmicos. ¿Acaso no fue el cielo nuestro primer bestiario y nuestro primer tribunal? Caballo de Troya, de Héctor y de Aquiles. Caballos de Federman abrevando en el Ojo de Agua de Miraca. Los ojos miran escrutándome. El animal me sabe, me huele, antes de que mi pie se pose en el estribo. El resoplido de sus belfos, la inquietud por empezar la marcha. Arriba somos una palpitación, ¿única mirada a la extensión del mundo?

Pecho, anca, grupera, no toca el suelo. Ímpetu de lejanía. Caballo negro, caballo moro, potro de las laderas, castaño oscuro. Poderío en la corriente. Mis piernas aprisionan su lomo, quiero transmitirle seguridad y anhelo, ansia de trochas nuevas. Señor de la distancia, verso ondulante, las piedras se parten ante sus cascos. La nobleza, la pasión que es. Marengo, Vicir, Palomo, Siete Leguas. Bestia grande y corajuda. Fiel compañero,en la ruda fatiga y los combates, te llamó el antihéroe de Tave. Traqueos, bocados, jáquimas, faltrinqueras. Eugenio Antonio Padilla, Polo Osteicoechea, Yoyo Gómez, Chucho Matacaballos. El espíritu de la vida en el caballo blanco.
Transfiguración, fuerza, potencia. La doma y su ritual, el empeño por controlar la naturaleza de las cosas. La Catira, Cabos Negros, Cañonero, Agresivo, Papi, Catire Bello. Centauro de la oscurana, sed de los pozos. Corre,corre, corre.
Llego ante los caballos de Orlando Salero y me siento alucinado. Caballos azules, morados, grises. Mis ojos sucumben ante el color. Esas figuras son palabra en movimiento, dominan el silencio. ¿Dónde cabalgan los sueños? ¿Dónde la majada aquieta los pasos? ¿Dónde la dignidad de un país? ¿Dónde habita la memoria? ¿En cuál pradera, llano, mar, logro la faena de domar la palabra para nombrar el territorio anhelado en la vigilia? ¿Será ese galope el camino?¿Serán sus patas sobre la tierra ocre las señas para recorrer este minuto eterno de caretas y subastas? Papelitos de venta, franquicias para la indignidad. Vuela caballo vuela, lejos de tanta sombra.
Regreso a los orígenes, los nervios del equino trasuntan calma, serenidad. En la orilla del mar extiende sus alas iniciando el viaje a Ítaca, allí lo encuentran los pinceles. Estas caballerías siguen llamándome. Verdes, cobrizos, plateados. Elegancia del paso fino, vibrante caballo trotón. Rocinante, Mano Pecho, Manso, Pinto, Rebelde, caballos sagrados... Relámpago y rayo, Médanos de Bajabaroa, veredas de Curaidebo, sabanas de San Francisco, senderos de Guaruguaja. El señor de los caballos sigue esperándome en La Cienega, él me los nombra en su quehacer, sabe, pues sus manos acarician sus crines y dejan un mensaje que sólo ellos descifran.
Con las reminiscencias de galopes y caídas, de transito y paisaje, me acerco confiado a los caballos de Orlando. Magníficos ejemplares me miran e ignoran. Su tarea es la brisa, la torsión, señorío y gracia, la majestad de su ser. En el lienzo las figuras ejercitan juegos de sombra y de luz, crisol de estrellas, levitan. Circo y danza, formas y armonía, ensoñación, restauración del equilibrio quebrantado. El color es en la tela una invitación a seguir imaginando. Hay aquí un hacer de honestidad, una firme creencia en el poder del arte. Trato de asir las cuerdas de estos caballos, pero su sereno vuelo me transporta al manantial, lugar encantado, oasis donde beben los unicornios a la sombra del yaguarebé, árbol mágico, donde el pintor es arlequín, alquimista, orfebre, duende, hombre que busca las claves de su tiempo. El caballo es entonces crisálida, libélula, mariposa azul.
Orlando Salero es parte del Colectivo Bariquía, militante de una insurgencia creativa, exiliado que insiste en la querencia de la tierra, su propuesta funda un mundo de belleza en el territorio de la aridez. Su trabajo con estos caballos no es el de amansar las sombras o el de dominar la luz, al contrario, pretende hacernos participes de una libertad nueva, de una posibilidad recuperada para siempre.
Isaac Lopez.
Historiador.

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