Todas las obras de Margarita
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Cuando enfrente de mí vislumbro un rostro se me hace visible su interioridad.
El rostro es como el indicador[...]
Cuando enfrente de mí vislumbro un rostro se me hace visible su interioridad.
El rostro es como el indicador del misterio personal.
Para favorecer la transparencia del misterio personal hay que mirar el rostro del prójimo con paciencia, respeto y amor. La mirada que no respeta envilece, destruye, disecciona.
En el rostro se transparenta la progresiva y libre realización de la naturaleza personal. El rostro es la expresión y presencia de la realidad concreta de la persona humana.
En el rostro irrumpe, acontece, se transparentan los sentimientos, emociones y actitudes del individuo. En ocasiones el rostro se hace palabra y entonces me permite conocer todavía más a fondo y con detalle los pensamientos y sentimientos del prójimo.
Nadie ve directamente su propio rostro, a no ser con la ayuda de algún instrumento como el espejo o una superficie reluciente.
¿Será porque el rostro no es para mí, sino para el otro?
El rostro es como el indicador del misterio personal.
Para favorecer la transparencia del misterio personal hay que mirar el rostro del prójimo con paciencia, respeto y amor. La mirada que no respeta envilece, destruye, disecciona.
En el rostro se transparenta la progresiva y libre realización de la naturaleza personal. El rostro es la expresión y presencia de la realidad concreta de la persona humana.
En el rostro irrumpe, acontece, se transparentan los sentimientos, emociones y actitudes del individuo. En ocasiones el rostro se hace palabra y entonces me permite conocer todavía más a fondo y con detalle los pensamientos y sentimientos del prójimo.
Nadie ve directamente su propio rostro, a no ser con la ayuda de algún instrumento como el espejo o una superficie reluciente.
¿Será porque el rostro no es para mí, sino para el otro?
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Del 16 al 30 de Noviembre
de 2000
Lugar: Sala de Exposiciones, Edificio Histórico.
Estado:[...]
Del 16 al 30 de Noviembre
de 2000
Lugar: Sala de Exposiciones, Edificio Histórico.
Estado: Finalizada.
"Un relámpago... ¡y ya la noche! -Belleza fugitiva, mirada que me hizo renacer, dime: ¿ya no te veré más sino en la eternidad?
C.B.
Nos dice Llorenc Barber que la ciudad, a diferencia del papel en blanco, nunca es virgen: toda ella se halla habitada por ambiguos o proternos guarismos, más o menos evidentes o desvanecidos, sólo que a veces la ciudad se nos desdibuja y extravía a base de roces, prisas, privacidades y especulaciones, hasta convertirse -algunas veces- en abstracción, invisibilidad, utopía o invento.
Hay temas privados que son de un heroísmo diferente. El espectáculo de la vida elegante y de los millares de existencias que circulan por los subterráneos de la ciudad... nos prueban que nosotros no tenemos más que abrir los ojos para conocer nuestro heroísmo. La vida en la ciudad es fecunda en temas poéticos y maravillosos. Lo maravilloso nos envuelve y nos empapa como la atmósfera; pero no lo vemos.
Para Baudelaire el pintor moderno es, ante todo, el pintor de la vida moderna. En este sentido los temas modernos son la vida mundana y el bullicio de la ciudad. La ciudad está constituida por las gentes, por ese conjunto heterogéneo de personajes curiosos y ociosos, pobres y ricos, que la habita y la transita, por las costumbres, el lujo, la elegancia y la miseria. Este juego de contrastes, que es único, no se puede producir en otro lugar que no sea la ciudad.
Baudelaire inaugura la modernidad en el vivir la ciudad, en dejarse sorprender por lo invisible, por lo cotidiano, ya la ciudad no será igual, ya nada será igual.
Los hombres construyen las ciudades, pero son los artistas quienes las adaptan a las humanas proporciones. Sólo se puede habitar la ciudad que ellos edifican, muestran, describen, nombran. No hay más posibilidades; o los artistas instauran y desvelan el ser de la ciudad, o ésta es inhabitable porque no es humana.
Habitamos ciudades desveladas por los artistas. Pero el artista, paradójicamente, sólo puede desvelar la ciudad cuando se desliga de ella y se entrega a su quehacer. La ciudad es para Marga González punto de partida.
Las ciudades tienen una memoria que dialoga con la nuestra, la provoca y la despierta. Tienen una memoria histórica: en la concepción moderna de la ciudad, los monumentos se añaden para dar al paisaje su dimensión temporal y el ciudadano está confrontado cada día a las huellas de un pasado que su propio recorrido reencuentra, recubre y supera. Cada individuo ha podido vivir su propia historia en el corazón de la ciudad. A lo largo de sus itinerarios, de sus paseos o hasta de los trayectos que lo conducen a su trabajo e inversamente, puede cruzar sus recuerdos, acordarse de épocas en las que no tenía la misma edad, donde su vida social, profesional o personal era diferente. La obra de Marga está repleta de toda esta simbología del tránsito y la vivencia en la ciudad.
Javier Ávila
Octubre de 2000
de 2000
Lugar: Sala de Exposiciones, Edificio Histórico.
Estado: Finalizada.
"Un relámpago... ¡y ya la noche! -Belleza fugitiva, mirada que me hizo renacer, dime: ¿ya no te veré más sino en la eternidad?
C.B.
Nos dice Llorenc Barber que la ciudad, a diferencia del papel en blanco, nunca es virgen: toda ella se halla habitada por ambiguos o proternos guarismos, más o menos evidentes o desvanecidos, sólo que a veces la ciudad se nos desdibuja y extravía a base de roces, prisas, privacidades y especulaciones, hasta convertirse -algunas veces- en abstracción, invisibilidad, utopía o invento.
Hay temas privados que son de un heroísmo diferente. El espectáculo de la vida elegante y de los millares de existencias que circulan por los subterráneos de la ciudad... nos prueban que nosotros no tenemos más que abrir los ojos para conocer nuestro heroísmo. La vida en la ciudad es fecunda en temas poéticos y maravillosos. Lo maravilloso nos envuelve y nos empapa como la atmósfera; pero no lo vemos.
Para Baudelaire el pintor moderno es, ante todo, el pintor de la vida moderna. En este sentido los temas modernos son la vida mundana y el bullicio de la ciudad. La ciudad está constituida por las gentes, por ese conjunto heterogéneo de personajes curiosos y ociosos, pobres y ricos, que la habita y la transita, por las costumbres, el lujo, la elegancia y la miseria. Este juego de contrastes, que es único, no se puede producir en otro lugar que no sea la ciudad.
Baudelaire inaugura la modernidad en el vivir la ciudad, en dejarse sorprender por lo invisible, por lo cotidiano, ya la ciudad no será igual, ya nada será igual.
Los hombres construyen las ciudades, pero son los artistas quienes las adaptan a las humanas proporciones. Sólo se puede habitar la ciudad que ellos edifican, muestran, describen, nombran. No hay más posibilidades; o los artistas instauran y desvelan el ser de la ciudad, o ésta es inhabitable porque no es humana.
Habitamos ciudades desveladas por los artistas. Pero el artista, paradójicamente, sólo puede desvelar la ciudad cuando se desliga de ella y se entrega a su quehacer. La ciudad es para Marga González punto de partida.
Las ciudades tienen una memoria que dialoga con la nuestra, la provoca y la despierta. Tienen una memoria histórica: en la concepción moderna de la ciudad, los monumentos se añaden para dar al paisaje su dimensión temporal y el ciudadano está confrontado cada día a las huellas de un pasado que su propio recorrido reencuentra, recubre y supera. Cada individuo ha podido vivir su propia historia en el corazón de la ciudad. A lo largo de sus itinerarios, de sus paseos o hasta de los trayectos que lo conducen a su trabajo e inversamente, puede cruzar sus recuerdos, acordarse de épocas en las que no tenía la misma edad, donde su vida social, profesional o personal era diferente. La obra de Marga está repleta de toda esta simbología del tránsito y la vivencia en la ciudad.
Javier Ávila
Octubre de 2000
espacios del anonimato • 28 obras de arte
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El espacio del no lugar libera a quien lo penetra de sus determinaciones habituales. Esa persona solo[...]
El espacio del no lugar libera a quien lo penetra de sus determinaciones habituales. Esa persona solo es lo que hace o vive como pasajero, cliente, conductor..Objeto de una posesión suave, a la cual se abandona con mayor o menor talento o convicción, como cualquier poseído, saborea por un tiempo las alegrías pasivas de la desidentificación y el placer más activo del desempeño de un rol.
En el diálogo silencioso que mantiene con el paisaje-texto que se dirige a él como a los demás, el único rostro que se dibuja, la única voz que toma cuerpo, son los suyos: rostro y voz de una soledad tanto más desconcertante en la medida que evoca a millones de otros.
El espacio del no lugar no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y similitud.
M.Augé
Caminar por la calle es un ejercicio de integración del espacio interno con el espacio externo
Caminamos guardados en nuestro espacio interno (pensamientos) mientras el exterior nos bombardea con escenas que absorbemos o rechazamos
“Camino por dónde necesito, desvió lo que me invade”
En el diálogo silencioso que mantiene con el paisaje-texto que se dirige a él como a los demás, el único rostro que se dibuja, la única voz que toma cuerpo, son los suyos: rostro y voz de una soledad tanto más desconcertante en la medida que evoca a millones de otros.
El espacio del no lugar no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y similitud.
M.Augé
Caminar por la calle es un ejercicio de integración del espacio interno con el espacio externo
Caminamos guardados en nuestro espacio interno (pensamientos) mientras el exterior nos bombardea con escenas que absorbemos o rechazamos
“Camino por dónde necesito, desvió lo que me invade”
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