13 obras de arte por Juan Ramón Lemus (Selección)
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Juan Ramón Lemus: el sentido del atrevimiento
Omar Gasca
Para decirlo en términos de Paz –que se ocupaba[...]
Juan Ramón Lemus: el sentido del atrevimiento
Omar Gasca
Para decirlo en términos de Paz –que se ocupaba de Duchamp–, el trabajo de Juan Ramón Lemus “pasa por los sentidos pero no se detiene en ellos”. Va más allá incluso de las cualidades matéricas y de la formal informalidad que distingue a este artista, quien acentúa el gesto, da la libertad a lo imprevisto y a lo aleatorio, se opone a las concepciones tradicionales y crea una obra abierta y polivalente en la que el espectador puede libremente encontrar sentido.
A primera vista, esta obra nos recuerda una de las estrategias visuales que Donis A. Dondis, la exprofesora de Comunicación en la Boston University School of Public Communication y directora del Summer Term Public Communication Institute menciona en su famoso libro A Primer of Visual Literacy: “audacia”, término que en ese contexto se opone a sutileza, aquélla entendida ahora como un equivalente preciso de la osadía –que no imprudencia– y el atrevimiento, conceptos ambos que pasan por el qué y el cómo, del qué al cómo, esto es, que abarcan las ideas y las formas y, en suma, el discurso íntegro del artista en tanto expresión sistémica de una vocación por construir lógicas de corte metaestético.
Se trata del género de resultados que suele identificarse con actitudes infundadamente irreverentes y que proviene de esa búsqueda de originalidad tan celebrada por Hauser, pero que en este caso responde efectivamente a un ethos, a un conjunto de rasgos y modos de comportamiento, a un punto de partida, a una inclinación; un ethos especializado desde el que se aportan elementos que parecieran destinarse a una nueva caracterización de las categorías estéticas y que concluye en una especie de catálogo de experiencias, es decir de conocimientos procedimentales que, más que una suma de prácticas, son la memoria y el relato de operaciones destinadas a crear y a descubrir relaciones significantes.
No es pues una obra que “coincide con un interés y demanda del momento”, como diría Karen Cordero, ni del tipo que se suscribe a la torpe tendencia contemporánea que pretende convertir lo banal y lo abolido en aportes, muchas veces con el auxilio de curadores irresponsables, especie de magos del relativismo radical. No pretende ser vanguardia ni seducir a la complaciente crítica para luego ser arropado por ella. Es más bien –pero es suficiente y mucho– el efecto de una serie de impulsos predeterminados, pero sobre todo espontáneos, con que Lemus dice su visión de las cosas, con sus potencias y sus límites, y con la franca y obsesiva intención de hacer muy a su manera, ésa que conocemos por lo menos desde el 2000 y más propiamente a partir de su instalación …De la disección, en la Galería AP de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad veracruzana (2006), en la que hizo intervenir herramientas punzocortantes hechas con semillas de mangle, anzuelos, ganchos y agujas metálicas, influenciado ya por el dadaísmo, el surrealismo, el objet trouvé, el assemblage y el arte povera (porque en parte basa su estética en las relaciones entre objetos y su configuración, destacando los procedimientos y, por otra parte, los materiales, simples en general y de fácil alcance), corrientes, tendencias y técnicas que hoy ha fusionado para dar lugar a la emergencia de un lenguaje propio que aterriza sobre todo en objetos tridimensionales que no excluyen una labor que se emparienta con la artesanía, con una necesaria participación de esas manos a las que alude Octavio Paz cuando sostiene que "Hecho con las manos, el objeto artesanal guarda impresas, real o metafóricamente, las huellas digitales del que lo hizo. Esas huellas no son la firma del artista, no son un nombre; tampoco son una marca. Son más bien una señal: la cicatriz casi borrada que conmemora la fraternidad original de los hombres. Hecho por las manos, el objeto artesanal está hecho para las manos: no solo lo podemos ver sino que lo podemos palpar….”.
Aquí, el objeto es artístico y artesanal. “Quien trabaja con las manos, la cabeza y el corazón es un artista, decía… ¿Francisco de Asís? Hablamos de una confección artística y artesanal de carácter lúdico, que hace de la obra y con la obra juego y juguete, ciertamente como un reflejo, entre otras cosas, de una suerte de calculada compulsión, de pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes, que hacen de materia prima conceptual; de, digamos, premisa teórica o pretexto.
Papeles de arroz y de algodón, cartón, hilos de algodón y de metal, seda, latón, madera, lino, cuentas de cristal y de metal, grafito, aluminio, estaño, alambre galvanizado y fierro soldado, entre otros materiales, organizan técnicas mixtas que contribuyen a propiciar un efecto sinestésico a modo de un extravagante mecanismo que abre la puerta a todo género de metáforas. La impresión de lo visual se transfiere a lo táctil, asociación consistente que se vincula, además, con la emoción, mientras produce o evoca diversas sensaciones (allí lo metafórico) cuya naturaleza admite las variables de cultura, imaginación e ideas del espectador, siempre estimuladas por la yuxtaposición de elementos análogos y disímiles.
Omar Gasca
Para decirlo en términos de Paz –que se ocupaba de Duchamp–, el trabajo de Juan Ramón Lemus “pasa por los sentidos pero no se detiene en ellos”. Va más allá incluso de las cualidades matéricas y de la formal informalidad que distingue a este artista, quien acentúa el gesto, da la libertad a lo imprevisto y a lo aleatorio, se opone a las concepciones tradicionales y crea una obra abierta y polivalente en la que el espectador puede libremente encontrar sentido.
A primera vista, esta obra nos recuerda una de las estrategias visuales que Donis A. Dondis, la exprofesora de Comunicación en la Boston University School of Public Communication y directora del Summer Term Public Communication Institute menciona en su famoso libro A Primer of Visual Literacy: “audacia”, término que en ese contexto se opone a sutileza, aquélla entendida ahora como un equivalente preciso de la osadía –que no imprudencia– y el atrevimiento, conceptos ambos que pasan por el qué y el cómo, del qué al cómo, esto es, que abarcan las ideas y las formas y, en suma, el discurso íntegro del artista en tanto expresión sistémica de una vocación por construir lógicas de corte metaestético.
Se trata del género de resultados que suele identificarse con actitudes infundadamente irreverentes y que proviene de esa búsqueda de originalidad tan celebrada por Hauser, pero que en este caso responde efectivamente a un ethos, a un conjunto de rasgos y modos de comportamiento, a un punto de partida, a una inclinación; un ethos especializado desde el que se aportan elementos que parecieran destinarse a una nueva caracterización de las categorías estéticas y que concluye en una especie de catálogo de experiencias, es decir de conocimientos procedimentales que, más que una suma de prácticas, son la memoria y el relato de operaciones destinadas a crear y a descubrir relaciones significantes.
No es pues una obra que “coincide con un interés y demanda del momento”, como diría Karen Cordero, ni del tipo que se suscribe a la torpe tendencia contemporánea que pretende convertir lo banal y lo abolido en aportes, muchas veces con el auxilio de curadores irresponsables, especie de magos del relativismo radical. No pretende ser vanguardia ni seducir a la complaciente crítica para luego ser arropado por ella. Es más bien –pero es suficiente y mucho– el efecto de una serie de impulsos predeterminados, pero sobre todo espontáneos, con que Lemus dice su visión de las cosas, con sus potencias y sus límites, y con la franca y obsesiva intención de hacer muy a su manera, ésa que conocemos por lo menos desde el 2000 y más propiamente a partir de su instalación …De la disección, en la Galería AP de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad veracruzana (2006), en la que hizo intervenir herramientas punzocortantes hechas con semillas de mangle, anzuelos, ganchos y agujas metálicas, influenciado ya por el dadaísmo, el surrealismo, el objet trouvé, el assemblage y el arte povera (porque en parte basa su estética en las relaciones entre objetos y su configuración, destacando los procedimientos y, por otra parte, los materiales, simples en general y de fácil alcance), corrientes, tendencias y técnicas que hoy ha fusionado para dar lugar a la emergencia de un lenguaje propio que aterriza sobre todo en objetos tridimensionales que no excluyen una labor que se emparienta con la artesanía, con una necesaria participación de esas manos a las que alude Octavio Paz cuando sostiene que "Hecho con las manos, el objeto artesanal guarda impresas, real o metafóricamente, las huellas digitales del que lo hizo. Esas huellas no son la firma del artista, no son un nombre; tampoco son una marca. Son más bien una señal: la cicatriz casi borrada que conmemora la fraternidad original de los hombres. Hecho por las manos, el objeto artesanal está hecho para las manos: no solo lo podemos ver sino que lo podemos palpar….”.
Aquí, el objeto es artístico y artesanal. “Quien trabaja con las manos, la cabeza y el corazón es un artista, decía… ¿Francisco de Asís? Hablamos de una confección artística y artesanal de carácter lúdico, que hace de la obra y con la obra juego y juguete, ciertamente como un reflejo, entre otras cosas, de una suerte de calculada compulsión, de pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes, que hacen de materia prima conceptual; de, digamos, premisa teórica o pretexto.
Papeles de arroz y de algodón, cartón, hilos de algodón y de metal, seda, latón, madera, lino, cuentas de cristal y de metal, grafito, aluminio, estaño, alambre galvanizado y fierro soldado, entre otros materiales, organizan técnicas mixtas que contribuyen a propiciar un efecto sinestésico a modo de un extravagante mecanismo que abre la puerta a todo género de metáforas. La impresión de lo visual se transfiere a lo táctil, asociación consistente que se vincula, además, con la emoción, mientras produce o evoca diversas sensaciones (allí lo metafórico) cuya naturaleza admite las variables de cultura, imaginación e ideas del espectador, siempre estimuladas por la yuxtaposición de elementos análogos y disímiles.
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