Tutte le opere di Antonio Graziano
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antonio.graziano.2011.©
Chinchón... rincones de una Leyenda • 43 opere
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Chinchón... rincones de una leyenda
David Martín López
Dpto. de Historia del Arte y Música,
Universidad[...]
Chinchón... rincones de una leyenda
David Martín López
Dpto. de Historia del Arte y Música,
Universidad de Granada
Con esta exposición Chinchón rincones de una leyenda, Yolanda Castro
y Antonio Graziano, muestran algunas de sus últimas obras plásticas y
fotográficas -respectivamente- en torno a Chinchón, lugar y Villa donde
desarrollan su actividad artística, tras su vinculación académica a la
Fundación Arauco en el año 2006. Se trata por tanto de un acercamiento
estético al imaginario, a la realidad y cotidianeidad de esta ciudad
madrileña, que se vuelve así -a modo de homenaje- recurso y fuente de
inspiración para ambos, con tendencias estilísticas y técnicas diversas,
configurando sobre todo un nuevo paisaje pictórico y una manera de
entender la población desde una perspectiva holística.
La mirada estética de Antonio Graziano, esta vez a través de la fotografía,
aborda un Chinchón lleno de dualidades: histórico y actual, antropológico
y patrimonial, religioso y laico, totalmente turístico C h i n c h ó n y auténticamente
chincholense, el tangible y el intangible… Utilizando como medio de
expresión gráfico la fotografía digital en blanco y negro -exceptuando el
atardecer y una serie de fotografías de aldabas a color-, con sus múltiples
texturas y cromatismos, Graziano conduce nuestra mirada receptora al
patrimonio histórico, a su sempiterna Plaza Mayor, corazón de la villa y
pulmón turístico-comercial de quien visita y vive la ciudad.
Si el crítico de la arquitectura Aldo Rossi hubiera admirado Chinchón,
seguramente habría teorizado sobre su entrañable plaza, como emblema y
monumento producto del paso del tiempo, afirmando que como conjunto
arquitectónico era totalmente el ejemplo de su arquitectura parlante. Y es
que curiosamente, nuestro artista ha sabido captar esa esencia parlante
en esta mirada de la plaza que habla por sí sola, dialoga y trasmite ideas,
sensaciones personales y evocadoras, fruto de sus vivencias diarias en
ella tras años de estancia en la ciudad.
Fotografiando la plaza y sus detalles desde múltiples vertientes, Antonio
Graziano consigue adentrarse en los misterios espacio-temporales de un
mismo lugar, invariante y cambiante a la par: la plaza turística, la plaza
desolada, la plaza y sus gentes, la plaza nevada, la plaza convertida en
otra plaza, pero ahora de toros -donde los niños juegan con bicicletas en
su albero-.
Hay una cualidad casi inherente en estas obras fotográficas que sin
querer nos retrotraen -en buen sentido- a otra España, a un territorio con
esas invariantes estéticas plausibles desde los años 60 del siglo XX, con vieja
cestería, repostería local y ajos, vinos dulces y secos, pueblo desértico con
cafetines como el Iberia, con flautistas, arados y carretas agrícolas…
Se trata de un Chinchón captado en su esencia y dinamismo, en sus
tradiciones y situación actual, donde un Rolls Royce puede entrar a la
plaza rumbo a la iglesia parroquial, pero donde también se dan cita turistas
y lugareños. Donde el día a día trascurre con normalidad, cerrando el bar
y apilando las sillas de la terraza; en el que además, de vez en cuando,
la fiesta irrumpe, creando escenografías y arquitecturas efímeras, de
sencillez y funcionalidad -como las gradas de una plaza ficticia, pero a
su vez real, donde torear-. El gato fotografiad en la Plaza Mayor sirve de
nexo al contenido expositivo y al gato real de Yolanda Castro y su serie
felina, que baga y retoza por toda la ciudad.
No es la primera vez en la que Antonio Graziano mira, desde esa
perspectiva neutral, desde ese posicionamiento ético y estético que le
lleva a ser tribuna y trasmisor de sus ideas sociales y artísticas, bajo el influjo
del neorrealismo italiano con cierto halo fílmico, mágico e inquietante que
envuelve todas sus fotografías. El artista juega con las contradicciones
surrealistas de la cotidianeidad: ejemplos como se vende o se regala una
chimenea forman parte de un discurso gráfico cargado de elementos
que tamizan lo diario en extraordinario e irreal. Pelotas de fraile o tetas de
novicia también sorprende la lógica mirada y los sentidos del artista, que
fotografiando estos manjares típicos proyecta su interés por tradiciones y
curiosidades de la comarca chincholense.
Aprovechando las últimas nevadas, Graziano ha conseguido que
la naturaleza climatológica se convierta en aliada de su cámara para
mostrar un insólito Chinchón extraño, nevado, solitario en su castillo; un
castillo condal que se yergue altivo como antaño lo fue, pero sin apenas
presumir la ruina que esconde, como en ocasiones nos mostrará en otras
obras pero siempre en la lejanía.
Los paisajes nevados de la población, pese a ser característicos
mesetarios castellanos, presentan una cualidad que nos retrotrae a
Brueghel y la pintura flamenca del siglo XVI, al mismo tiempo que evoca el
romanticismo prusiano de Caspar David Friedrich -en los que igualmente
posa ante la infinitud de la naturaleza nevada, aunque en esta muestra
es tan sólo la sombra de Graziano-. Los contrastes lumínicos, aquí como
en sus retratos, muestran el verdadero artista y su identidad estética.
Mención aparte debemos señalar al conjunto patrimonial de aldabas,
cerrojos y puertas tachonadas que Antonio Graziano propone en
la exposición. Aquí, el pintor, con un encuadre milimetrado, casi de
catalogación científica, exhibe la epidermis patrimonial de la ciudad. Las
texturas del hierro y el bronce con la madera vieja, sin barnizar o pintar,
con la pátina de la historia, recuerda sin dudarlo a las palabras de Alejo
Carpentier y su revalorización del patrimonio de La Habana. Aldabas,
escogidas de un modo totalmente premeditado hacen una especie de
recorrido iniciático, de puerta en puerta que abarca siglos de cultura e
historia chincholense.
Centrándonos en la obra pictórica de Yolanda Castro, muchas reflexiones
podríamos establecer al visionar su serie de gatos en Chinchón. A través
de sus óleos sobre papel, técnica nada habitual y extremadamente
audaz que permite conseguir cromatismos muy diferentes a los de la
propia acuarela, visitamos patrimonialmente los monumentos y vistas más
destacadas de la ciudad. El Castillo del Conde, desde su entrada o desde
la calle de Abapies, la calle Grande, la calle Mulilla o la calle Morata
con sus balcones, la plaza Mayor o la plaza Galaz y otros lugares de la
Villa son el marco espacial elegido donde estos gatos hasta cierto punto
imaginarios aparecen, toman la escena, reposan, miran al espectador e
incluso en ocasiones salen de la misma escena para inundar de color el
papel no pintado.
El gato siempre ha sido un animal recurrente, que no ha pasado
nunca inadvertido en la cultura occidental, conteniendo diferentes
interpretaciones en sentido estético en función de la época y la geografía.
El felino salvaje, indómito, errante era incluso denostado durante mucho
tiempo, no sólo en los géneros pictóricos hasta llegar al barroco sino por
la sociedad en general. En otras culturas como la egipcia, el gato no sólo
tenía otro tipo de tratamiento sino una consideración divina, por lo que su
representación se patenta en numerosas muestras artísticas -sarcófagos,
mobiliarios, ajuares funerarios, arquitectura y escultura-. Determinadas
damas del renacimiento europeo se retrataban con felinos como seña de
identidad, de lujo y al mismo tiempo de una lujuria no explícita. Sin embargo,
tras el siglo XIX y la revolución industrial el gato tendría multiplicidad de
significados positivos y negativos, incluso fue utilizado como cobaya de
experimentación etológica.
Yolanda Castro ha sabido captar sincréticamente en estas obras dos
tendencias plásticas, aunadas por el fondo paisajístico tradicional de
Chinchón: los modos y encuadres franceses de los movimientos finiseculares
de la bohemia -por donde Hipólito Flandrin proponía tejados burgueses,
con gatos que subidos en las mansardas empezaban a maullar el fin del
romanticismo- y al mismo tiempo la esencia más directa de técnicas y
colores latinoamericanos, posiblemente creación inconsciente de su
imaginario y acervo cultural aymara, que nos recuerda también, en línea
y color, a la insigne pintora granadina Maripi Morales y en composición al
grabador jiennense Lorenzo Goñi.
Castro propone un itinerario patrimonial de calles y arquitecturas
reconocibles, como hacían los vedutisti italianos del tardobarroco, aquellas
imágenes del primigenio souvenir veneciano aquí son reinterpretadas con
cierta tendencia naïf, con colores pasteles fríos que acentúan la viveza y
encanto de los gatos, coloreados y animados, en texturas que parecen
telas de cachemir orientalizadas y recortadas, como si fueran siluetas de
los más afamados artistas urbanos de la Praga imperial del siglo XIX. Azules,
rosados, naranjas y amarillos alimentan de vida animada a estas esculturas
inertes, que dan la sensación de estar más vivos que el propio paisaje,
plano, calculado y libre, sencillo pero enteramente realista, dotado de la
ingenuidad precisa que requiere el don artístico del Aduanero Rousseau
o Frida Kahlo.
En definitiva, los artistas Yolanda Castro y Antonio Graziano proponen
dos maneras de entender la ciudad, de empatizar con ella y sus gentes,
de mirar hacia el patrimonio de manera distendida y artística, de manera
poética y plástica, empleando las herramientas más preciadas de todo
amago de genialidad: la inspiración novedosa y el estudio exhaustivo de
un lugar tan apreciado como vivido por ambos, Chinchón.
------------------------------
c o m u n i c a d o d e p r e n s a
Chinchón... rincones de una leyenda
En la Casa de la Cultura "Manuel Alvar" de Chinchón, se expondrán, durante un mes, un conjunto de fotografías y pinturas que vienen a conformar la muestra cuyos autores han titulado "Chinchón, rincones de una leyenda". Ambos artistas, en sus diferentes modalidades han querido expresar su visión
particular de los rincones y monumentos más atractivos y tradicionales de un pueblo cargado de historia y cuyo encanto se despliega entre añejas balconadas, estrechas calles tapizadas de piedras y un aire medieval que se respira a cada paso. La exhibición contempla una serie de 48 imagenes capturadas a través del objetivo del artista visual Antonio Graziano y la completa los 15 trabajos pictóricos que aporta Yolanda Castro. La inauguración es el día Viernes 20 de Febrero a las 19:00 hrs. en la sala de exposición del Centro Cultural “Manuel Alvar” Chinchón (Madrid) y puede ser visitada hasta el día 20 de marzo del 2009.
Chinchón... rincones de una leyenda
F o t og raf ía & pi n t u ra
Antonio Graziano
[ ]
Yolanda Castro
[ yolandacastro ]
texto del catálogo David Martín López
Casa de Cultura “Manuel Alvar” - Chinchón (MA) Spain
Desde el 20 de Febrero hasta el 20 Marzo 2007
Horario de Lunes a Sábado 16.00 - 21.00 horas. Domingo cerrado
El catálogo se podrá descargar gratis a partir del 20 de Febrero desde este enlace:
[ pdf/CatalogoChinchonRinconesDeUnaLeyenda.pdf ]
CASA DE CULTURA “Manuel Alvar”
Calle de Los Huertos 36 - 28370 Chinchón (MA) España
Información Tlf: 91 893 50 94
Web: [ ] - E- mail:
David Martín López
Dpto. de Historia del Arte y Música,
Universidad de Granada
Con esta exposición Chinchón rincones de una leyenda, Yolanda Castro
y Antonio Graziano, muestran algunas de sus últimas obras plásticas y
fotográficas -respectivamente- en torno a Chinchón, lugar y Villa donde
desarrollan su actividad artística, tras su vinculación académica a la
Fundación Arauco en el año 2006. Se trata por tanto de un acercamiento
estético al imaginario, a la realidad y cotidianeidad de esta ciudad
madrileña, que se vuelve así -a modo de homenaje- recurso y fuente de
inspiración para ambos, con tendencias estilísticas y técnicas diversas,
configurando sobre todo un nuevo paisaje pictórico y una manera de
entender la población desde una perspectiva holística.
La mirada estética de Antonio Graziano, esta vez a través de la fotografía,
aborda un Chinchón lleno de dualidades: histórico y actual, antropológico
y patrimonial, religioso y laico, totalmente turístico C h i n c h ó n y auténticamente
chincholense, el tangible y el intangible… Utilizando como medio de
expresión gráfico la fotografía digital en blanco y negro -exceptuando el
atardecer y una serie de fotografías de aldabas a color-, con sus múltiples
texturas y cromatismos, Graziano conduce nuestra mirada receptora al
patrimonio histórico, a su sempiterna Plaza Mayor, corazón de la villa y
pulmón turístico-comercial de quien visita y vive la ciudad.
Si el crítico de la arquitectura Aldo Rossi hubiera admirado Chinchón,
seguramente habría teorizado sobre su entrañable plaza, como emblema y
monumento producto del paso del tiempo, afirmando que como conjunto
arquitectónico era totalmente el ejemplo de su arquitectura parlante. Y es
que curiosamente, nuestro artista ha sabido captar esa esencia parlante
en esta mirada de la plaza que habla por sí sola, dialoga y trasmite ideas,
sensaciones personales y evocadoras, fruto de sus vivencias diarias en
ella tras años de estancia en la ciudad.
Fotografiando la plaza y sus detalles desde múltiples vertientes, Antonio
Graziano consigue adentrarse en los misterios espacio-temporales de un
mismo lugar, invariante y cambiante a la par: la plaza turística, la plaza
desolada, la plaza y sus gentes, la plaza nevada, la plaza convertida en
otra plaza, pero ahora de toros -donde los niños juegan con bicicletas en
su albero-.
Hay una cualidad casi inherente en estas obras fotográficas que sin
querer nos retrotraen -en buen sentido- a otra España, a un territorio con
esas invariantes estéticas plausibles desde los años 60 del siglo XX, con vieja
cestería, repostería local y ajos, vinos dulces y secos, pueblo desértico con
cafetines como el Iberia, con flautistas, arados y carretas agrícolas…
Se trata de un Chinchón captado en su esencia y dinamismo, en sus
tradiciones y situación actual, donde un Rolls Royce puede entrar a la
plaza rumbo a la iglesia parroquial, pero donde también se dan cita turistas
y lugareños. Donde el día a día trascurre con normalidad, cerrando el bar
y apilando las sillas de la terraza; en el que además, de vez en cuando,
la fiesta irrumpe, creando escenografías y arquitecturas efímeras, de
sencillez y funcionalidad -como las gradas de una plaza ficticia, pero a
su vez real, donde torear-. El gato fotografiad en la Plaza Mayor sirve de
nexo al contenido expositivo y al gato real de Yolanda Castro y su serie
felina, que baga y retoza por toda la ciudad.
No es la primera vez en la que Antonio Graziano mira, desde esa
perspectiva neutral, desde ese posicionamiento ético y estético que le
lleva a ser tribuna y trasmisor de sus ideas sociales y artísticas, bajo el influjo
del neorrealismo italiano con cierto halo fílmico, mágico e inquietante que
envuelve todas sus fotografías. El artista juega con las contradicciones
surrealistas de la cotidianeidad: ejemplos como se vende o se regala una
chimenea forman parte de un discurso gráfico cargado de elementos
que tamizan lo diario en extraordinario e irreal. Pelotas de fraile o tetas de
novicia también sorprende la lógica mirada y los sentidos del artista, que
fotografiando estos manjares típicos proyecta su interés por tradiciones y
curiosidades de la comarca chincholense.
Aprovechando las últimas nevadas, Graziano ha conseguido que
la naturaleza climatológica se convierta en aliada de su cámara para
mostrar un insólito Chinchón extraño, nevado, solitario en su castillo; un
castillo condal que se yergue altivo como antaño lo fue, pero sin apenas
presumir la ruina que esconde, como en ocasiones nos mostrará en otras
obras pero siempre en la lejanía.
Los paisajes nevados de la población, pese a ser característicos
mesetarios castellanos, presentan una cualidad que nos retrotrae a
Brueghel y la pintura flamenca del siglo XVI, al mismo tiempo que evoca el
romanticismo prusiano de Caspar David Friedrich -en los que igualmente
posa ante la infinitud de la naturaleza nevada, aunque en esta muestra
es tan sólo la sombra de Graziano-. Los contrastes lumínicos, aquí como
en sus retratos, muestran el verdadero artista y su identidad estética.
Mención aparte debemos señalar al conjunto patrimonial de aldabas,
cerrojos y puertas tachonadas que Antonio Graziano propone en
la exposición. Aquí, el pintor, con un encuadre milimetrado, casi de
catalogación científica, exhibe la epidermis patrimonial de la ciudad. Las
texturas del hierro y el bronce con la madera vieja, sin barnizar o pintar,
con la pátina de la historia, recuerda sin dudarlo a las palabras de Alejo
Carpentier y su revalorización del patrimonio de La Habana. Aldabas,
escogidas de un modo totalmente premeditado hacen una especie de
recorrido iniciático, de puerta en puerta que abarca siglos de cultura e
historia chincholense.
Centrándonos en la obra pictórica de Yolanda Castro, muchas reflexiones
podríamos establecer al visionar su serie de gatos en Chinchón. A través
de sus óleos sobre papel, técnica nada habitual y extremadamente
audaz que permite conseguir cromatismos muy diferentes a los de la
propia acuarela, visitamos patrimonialmente los monumentos y vistas más
destacadas de la ciudad. El Castillo del Conde, desde su entrada o desde
la calle de Abapies, la calle Grande, la calle Mulilla o la calle Morata
con sus balcones, la plaza Mayor o la plaza Galaz y otros lugares de la
Villa son el marco espacial elegido donde estos gatos hasta cierto punto
imaginarios aparecen, toman la escena, reposan, miran al espectador e
incluso en ocasiones salen de la misma escena para inundar de color el
papel no pintado.
El gato siempre ha sido un animal recurrente, que no ha pasado
nunca inadvertido en la cultura occidental, conteniendo diferentes
interpretaciones en sentido estético en función de la época y la geografía.
El felino salvaje, indómito, errante era incluso denostado durante mucho
tiempo, no sólo en los géneros pictóricos hasta llegar al barroco sino por
la sociedad en general. En otras culturas como la egipcia, el gato no sólo
tenía otro tipo de tratamiento sino una consideración divina, por lo que su
representación se patenta en numerosas muestras artísticas -sarcófagos,
mobiliarios, ajuares funerarios, arquitectura y escultura-. Determinadas
damas del renacimiento europeo se retrataban con felinos como seña de
identidad, de lujo y al mismo tiempo de una lujuria no explícita. Sin embargo,
tras el siglo XIX y la revolución industrial el gato tendría multiplicidad de
significados positivos y negativos, incluso fue utilizado como cobaya de
experimentación etológica.
Yolanda Castro ha sabido captar sincréticamente en estas obras dos
tendencias plásticas, aunadas por el fondo paisajístico tradicional de
Chinchón: los modos y encuadres franceses de los movimientos finiseculares
de la bohemia -por donde Hipólito Flandrin proponía tejados burgueses,
con gatos que subidos en las mansardas empezaban a maullar el fin del
romanticismo- y al mismo tiempo la esencia más directa de técnicas y
colores latinoamericanos, posiblemente creación inconsciente de su
imaginario y acervo cultural aymara, que nos recuerda también, en línea
y color, a la insigne pintora granadina Maripi Morales y en composición al
grabador jiennense Lorenzo Goñi.
Castro propone un itinerario patrimonial de calles y arquitecturas
reconocibles, como hacían los vedutisti italianos del tardobarroco, aquellas
imágenes del primigenio souvenir veneciano aquí son reinterpretadas con
cierta tendencia naïf, con colores pasteles fríos que acentúan la viveza y
encanto de los gatos, coloreados y animados, en texturas que parecen
telas de cachemir orientalizadas y recortadas, como si fueran siluetas de
los más afamados artistas urbanos de la Praga imperial del siglo XIX. Azules,
rosados, naranjas y amarillos alimentan de vida animada a estas esculturas
inertes, que dan la sensación de estar más vivos que el propio paisaje,
plano, calculado y libre, sencillo pero enteramente realista, dotado de la
ingenuidad precisa que requiere el don artístico del Aduanero Rousseau
o Frida Kahlo.
En definitiva, los artistas Yolanda Castro y Antonio Graziano proponen
dos maneras de entender la ciudad, de empatizar con ella y sus gentes,
de mirar hacia el patrimonio de manera distendida y artística, de manera
poética y plástica, empleando las herramientas más preciadas de todo
amago de genialidad: la inspiración novedosa y el estudio exhaustivo de
un lugar tan apreciado como vivido por ambos, Chinchón.
------------------------------
c o m u n i c a d o d e p r e n s a
Chinchón... rincones de una leyenda
En la Casa de la Cultura "Manuel Alvar" de Chinchón, se expondrán, durante un mes, un conjunto de fotografías y pinturas que vienen a conformar la muestra cuyos autores han titulado "Chinchón, rincones de una leyenda". Ambos artistas, en sus diferentes modalidades han querido expresar su visión
particular de los rincones y monumentos más atractivos y tradicionales de un pueblo cargado de historia y cuyo encanto se despliega entre añejas balconadas, estrechas calles tapizadas de piedras y un aire medieval que se respira a cada paso. La exhibición contempla una serie de 48 imagenes capturadas a través del objetivo del artista visual Antonio Graziano y la completa los 15 trabajos pictóricos que aporta Yolanda Castro. La inauguración es el día Viernes 20 de Febrero a las 19:00 hrs. en la sala de exposición del Centro Cultural “Manuel Alvar” Chinchón (Madrid) y puede ser visitada hasta el día 20 de marzo del 2009.
Chinchón... rincones de una leyenda
F o t og raf ía & pi n t u ra
Antonio Graziano
[ ]
Yolanda Castro
[ yolandacastro ]
texto del catálogo David Martín López
Casa de Cultura “Manuel Alvar” - Chinchón (MA) Spain
Desde el 20 de Febrero hasta el 20 Marzo 2007
Horario de Lunes a Sábado 16.00 - 21.00 horas. Domingo cerrado
El catálogo se podrá descargar gratis a partir del 20 de Febrero desde este enlace:
[ pdf/CatalogoChinchonRinconesDeUnaLeyenda.pdf ]
CASA DE CULTURA “Manuel Alvar”
Calle de Los Huertos 36 - 28370 Chinchón (MA) España
Información Tlf: 91 893 50 94
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