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Dario Ortiz

Back to list Added Aug 27, 2008

DE CARAVAGGIO A DARIO ORTIZ ROBLEDO

Por Juan Carlos Rincón


"La naturaleza muerta es un tema de estudio, un laboratorio para probar; combinar y componer" Paul Cézanne

Tal vez sin proponérselo, los bodegones de Dario Ortiz Robledo son la simbiosis perfecta de los ideales renacentistas de los pintores italianos y de la escuela flamenca de la composición, con un planteamiento visual y cromático que destaca el entorno y su economía de elementos gracias a un manejo profundo del color y sus matices, de la luz y sus intensidades.

La armonía de los objetos en la disposición espacial que este joven y perfeccionista pintor figurativo les otorga, respalda una concepción artística general en la que la acción humana esta siempre presente como un narrador semi - oculto. Están allí, en general pocos sobre la mesa, no con el ánimo de confundir al espectador sino de participarle de su búsqueda. El bodegón de Ortiz se convierte así en una visión sintética, en una realidad especializada que su pincel traduce con la misma fuerza del trazo renacentista que lo distingue; unas veces en su calidad complementaria o como parte esencial de la composición y otras en su unicidad, en ese diálogo expresionista con la sensibilidad que rescata el valor artístico de los elementos, su impresión visual y la dinámica de la luz.

Hace cuatro siglos, Caravaggio se sentía atraído por la forma y el color de un cesto de frutas. Creador del naturalismo dentro del arte barroco, su pintura de objetos y frutas como elementos narrativas, tuvo siempre un hilo conductor al que todos los grandes pintores son fieles: la luz como protagonista del cuadro. Dario Ortiz Robledo sigue ese parámetro, pero cambia los elementos y la atmósfera - usualmente la de su taller y además persigue con ese ejercicio otra premisa fundamental que Van Gogh, el genio del impresionismo, entendió claramente; el bodegón es el mejor modelo para aprender.

Al igual que los flamencos, que Velázquez, Zurbaran, Vermeer y posteriormente Cézanne, maestro de la interpretación, Dario Ortiz Robledo entendió desde muy joven lo sigue siendo que el bodegón es el mayor reto para analizar su pintura y perfeccionar su técnica. De sus inicios abstractos los bodegones no estuvieron ausentes pero de una década hasta hoy, son esa radiografía anual de su obra para descubrir y continuar la evolución de su trabajo pictórico. Son un aporte vital para su pincel, la perspectiva y el color. Así lo entiende el artista y así debe ser vista una temática usualmente comercial que en su caso particular es un examen personal.

En ese contexto, el bodegón contiene elementos de la obra del año. No son muchos los que pinta - uno o máximo dos al año - y tampoco desbordan por la riqueza de objetos. Similar al vestido de sus personajes de túnica renacentista y jeans de fin de siglo. Ortiz juega más con activos de la cotidianidad moderna que de la naturaleza, no sin embargo ajena a ese trabajo de perfeccionamiento continuo en que ha convertido esa temática. Sus objetos son tan diarios como una botella de vino, un rollo de papel, un juego de libros, un frasco de jabón, una jarra de cobre y su vaso de pinceles, siempre sobre una mesa con mantel. El artista cree en la norma de "entre mas sencillo mas hermoso" y la cumple con creces, tratando el bodegón como un elemento en el entorno del cuadro o una composición de naturaleza muerta. Es su clave personal. Entonces son pocos los objetos para que cada parte del cuadro, por si misma, tenga mucho que decir. El hombre esta presente desde la doble perspectiva del artista y del narrador, visible como figura del trasfondo o para el imaginario que recrean los pinceles detenidos o en acción, tan frecuentes en su obra.

Ortiz deja así un notable espacio a la armonía, sin importar los calificativos. Tal vez pinte varios cuadros dentro del mismo y en ocasiones los bodegones puedan ser vistos como adición o parte de la composición ("Susana y los Viejos" o "En la Fragua de Vulcano"). Lo esencia l es que a través es de ellos sigue desarrollando su percepción visual, experimenta las evoluciones de su estilo, trabaja las consecuencias y posibilidades del color y las intensidades de la luz. Para él, la pintura es un todo, es una integridad, es la expresión de sus emociones, de sus premuras, de sus urgencias. Y el bodegón, como parte de su realidad, es la terapia de sus fantasías y la búsqueda de la perfección, en la que las horas y los días para aprobar pictóricamente una botella o una jarra son eternas.

Los bodegones de Dario Ortiz Robledo son intensamente expresivos y constituyen un deleite visual, un viaje a su técnica y un reencuentro con la dualidad realidad - ilusión. Su planteamiento cromático y visual evoca su herencia Italiana y Renacentista, mientras que la conjugación de la academia con su propuesta personal nos redescubren la importancia del contexto y de la fantasía. No son bodegones decorativos, a diferencia de otros artistas. Al contrario, acercan al observador con el universo del artista, gracias a un trabajo que aunque relativamente corto en relación con el conjunto de su obra, es primordial, estructuralmente armónico con ella y otro referente de la importancia de ese moderno pintor figurativo, tan cercano de los clásicos y a su vez de la modernidad

JUAN CARLOS RINCON

Periodista, Locutor y Escritor Ha trabajado para diferentes medios de prensa hablada y escrita como Radio Nederland, Caracol, Radionet, El Espectador, entre otros..

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