Carlos David
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Suelo estudiar el trabajo de artistas cuyo interés radica en los procesos internos de la visión y de la percepción. Artistas que nos muestran con sus obras las múltiples, paradójicas y a veces contradictorias relaciones existentes entre los estímulos visuales y nuestra aprehensión del mundo. Son artistas kantianos, que no afirman nada sobre aquello que ven, sino que investigan y revelan las maneras en que vemos lo que vemos.
La gran mayoría de creadores de imágenes, sin embargo, salta por encima de esta ecuación gnoseológica y toma al mundo como un hecho. Ven lo que ven y es eso lo que dibujan, pintan, esculpen y registran en imágenes cinematográficas. Dentro de este grupo, se han colocado en la vanguardia, los que podríamos llamar comentaristas del mundo, aquellos que mediante la pintura de hechos físicos, revelan las situaciones emocionales, sociales, políticas y religiosas del entorno en que viven. Sus mentes son esencialmente sincréticas, capturan corrientes diversas de información en imágenes que las revelan como un todo con un nuevo sentido.
Carlos David Díaz Lameda es uno de estos comentaristas. Con un talento muy particular por lo revulsivo, no tiene escrúpulos en sacar a luz los sustratos más contrastrantes de la acción humana y colocarlos nítidamente pintados en una imagen que atrae y repele al espectador simultáneamente. Yo diría que tiene particular talento por las contradicciones de la hipocresía y de la mentira, a las que trata a veces con un humor aparentemente cándido, como en su serie de Carteles de Candidatos, y otros con un humor francamente negro como en su serie Del Nacimiento a la Muerte.
Carlos David es uno de esos híbridos de la diáspora que tienen la ventaja de moverse en dos corrientes culturales no del todo disímiles pero llenas de disparidades muy sabrosas de explotar. Un joven inglés, por ejemplo, a menos que sea católico o un estudioso de la pintura medieval y renacentista europea, no tiene un reservorio de imágenes religiosas de Occidente en su haber al llegar a la madurez. Ha sido expuesto a menudo, en cambio, a imágenes de sentido humanitario, cuyo origen es posible pero no exclusivamente cristiano, relacionado con la vida de los seres menos afortunados, sean éstos personas del Tercer Mundo o animales domésticos en Gran Bretaña.
La imagen perturbadora de su Resurreción, en la que una cerda adulta y gorda, con el estigma en el costado, flota frente a un cielo tras barrotes. Las innumerables pinturas de Occidente que narran el regreso de Cristo entre sus discípulos, la de Caravaggio para no ir más lejos, resaltan el signo del estigma como la clave al reconocimiento. Sin estigma, no hubo Pasión y sin Pasión no hubo Cristo. La imagen de Carlos David es desacralizadora porque conecta dos corrientes de información que no deberían cruzarse, según la sensibilidad de muchos. ¿El sacrificio único del único hijo de Dios por la humanidad comparable al sacrificio diario de billones de cerdos, también en aras de la humanidad?
La película de Ricardo Lizaola sobre Benito Reyes, alias Tio Veneno, pone en evidencia la frescura y la ingenuidad del sentimiento católico entre grandes capas del pueblo venezolano. Escenas de la bendición de las aguas, en que millares de caraqueños se congregan con recipientes para llevar luego a sus casas un poco de agua bendita, que les mantenga el hogar libre de malas influencias y pesares (“no, señora: no sirve para alejar ratones; para eso use pesticida” contesta pacientemente un sacerdote...), resultaron tan conmovedoras como divertidas, y sobre todo, reveladoras. Compartan o no esas creencias, los venezolanos las comprenden y las conocen. Esa es la riqueza de la que saca a manos llenas Carlos David para darle contenido a sus cuadros. Si bien se inclina con extraordinaria frecuencia por la imagen silenciosa, destemplada y sin tiempo, por la acción absurda (cuatro gordos mordiendo un palo; una silla cabalgando una piraña volteada, hombres de lenguas retráctiles), a veces logra imágenes efectivas con meros objetos yuxtapuestos que se animan entre sí.
Otras corrientes y tendencias subyacen en la pintura de Carlos David Díaz Lameda que aún deben salir a flote. En mi opinión, Venezuela es en este momento, la fuente de inspiración que más le conviene.
Gloria Carnevali
