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Ángeles Peláez Talasac

Volver a la lista Añadido el 16 sept 2005

INDIVIDUAL DURAN EXPOSICIONES DE ARTE MADRID ESPAÑA

COLOR EN SOLEDAD ( Javier Rubio Nomblot )

Es indudable que lo que llamamos el movimiento moderno en arte
comienza con la determinación uilateral de un pintor francés
de ver el mundo objetivamente
Herbert Read


Armonía. O/L. 60x81

El contundente juicio de Read, que se acata desde hace muchas décadas, debiera mover a la reflexión a todos aquellos que, apelando a la sensiblería y el sentimiento, han devaluado en sus crónicas la obra rigurosa y comedida de Ángeles Peláez; una obra en la que, si algo hubiere que no fueran los colores por sí mismos, serían todo lo más las heridas que deja el tesón de la artista sobre la tela, porque Ángeles Peláez lucha en cada cuadro por la pintura y, desde luego, por alcanzar unas metas que conoce perfectamente. Así, Cristina Bajo puso el dedo en la llaga al intuir que esta obra "no nace de un vano esfuerzo innovador, ni de un único recurso aprendido y reiterado, sino del trabajo exhaustivo y constante de quien apuesta por el buen hacer artístico": es una pintura hecha de retos, que rehuye lo manido y se nutre de las infinitas trabas que el mundo visible gusta de ponerle al pintor. Y, si nadie ha dudado de la modernidad de su lenguaje, ni DURAN Exposiciones de Arte
Del 25 de Marzo al 12 de Abril de 2003


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COLOR EN SOLEDAD ( Javier Rubio Nomblot )

Es indudable que lo que llamamos el movimiento moderno en arte
comienza con la determinación unilateral de un pintor francés
de ver el mundo objetivamente
Herbert Read


Armonía. O/L. 60x81

El contundente juicio de Read, que se acata desde hace muchas décadas, debiera mover a la reflexión a todos aquellos que, apelando a la sensiblería y el sentimiento, han devaluado en sus crónicas la obra rigurosa y comedida de Ángeles Peláez; una obra en la que, si algo hubiere que no fueran los colores por sí mismos, serían todo lo más las heridas que deja el tesón de la artista sobre la tela, porque Ángeles Peláez lucha en cada cuadro por la pintura y, desde luego, por alcanzar unas metas que conoce perfectamente. Así, Cristina Bajo puso el dedo en la llaga al intuir que esta obra "no nace de un vano esfuerzo innovador, ni de un único recurso aprendido y reiterado, sino del trabajo exhaustivo y constante de quien apuesta por el buen hacer artístico": es una pintura hecha de retos, que rehuye lo manido y se nutre de las infinitas trabas que el mundo visible gusta de ponerle al pintor. Y, si nadie ha dudado de la modernidad de su lenguaje, ni ha dejado de reparar en la síntesis que del natural aquí se lleva a cabo mediante la descomposición de las cosas en planos -es decir, apelando a esa sustancia geométrica de lo real que se manifiesta en cuadros como La fuerza del color-, o la transmutación del paisaje en amplias lenguas de color (véanse obras como Fondo mágico o Panorama del arte), o tornando abstractos los fondos (¿y por qué, ha de preguntarse el espectador, son abstractos los fondos en todos los cuadros de esta artista?), pocos son los que han querido concluir -y no era cosa difícil- que no hay aquí anécdota alguna y que la pintura de Ángeles Peláez es sólo lenguaje.


Frutos de otoño. O/L. 50x100



Membrillos. O/L. 27x46


"Lo que Cézanne deseaba era ver el mundo, o la parte de él que estaba contemplando, como un objeto, sin intervención alguna ni de la pulcra mente ni de las desordenadas emociones", prosigue el historiador. Sin duda es difícil definir con brevedad en qué consiste la objetividad cézaniana, acaso porque el pintor de Aix no era muy hábil con las palabras y también porque, en tanto que pionero, revolucionario y visionario, su propia obra -sobre todo a partir de su ruptura con los impresionistas, a finales de la década de 1870, veinte años antes de las Grandes bañistas- es un largo buscar a tientas, un perfeccionar ese procedimiento que habría de permitirle pintar las cosas de la naturaleza "como los objetos materiales que son, pintar su materialidad, eliminando tanto aquel pensar como este uso" V. Bozal). Sin embargo, no puede entenderse una pintura como la de Ángeles Peláez, en la que no figuran objetos pintados sino cosas transmutadas en pintura que pueblan su propio espacio -pictórico- y moran en un lugar -el cuadro- que es independiente del mundo, sin saber de la cézaniana renuncia a la impresión y la subjetividad: como dijo Rilke, "nunca hasta ahora se había revelado hasta qué punto la pintura es algo que ocurre entre los colores; cómo hay que dejarlos totalmente solos para que se definan mutuamente. El tráfico entre ellos: eso es la pintura" (y, para contestar a la pregunta que antes hicimos, diremos que los fondos de Ángeles Peláez son abstractos porque, intuitivamente, la pintora mira a través del imaginario "cono" cézaniano, concentrando su visión en un único lugar de la escena. Lo que no significa que podamos saber a ciencia cierta cuál es este).





Fondo mágico. O/L. 81x65




Por otra parte el crecimiento de esta pintura tan objetiva, nacida sólo de la emoción que produce el enfrentarse a una realidad de desconcertante complejidad pincel en mano, se asienta sobre dos sólidos pilares: uno es la formación académica (entiéndase que la reivindicación -también cézaniana, por cierto- del clasicismo y del aprendizaje forma parte de lo manifestado -o revelado- por la artista en sus obras) y el otro es una innata facilidad para la composición (véase por ejemplo el complejo Frutos de otoño) y la armonía cromática. A este respecto, hay que recordar su paso por el Estudio Arjona y, sobre todo, por el de Ana Valcárcel, pintora interesante, gran dibujante, que ha influido mucho y de forma muy positiva en Ángeles Peláez: estas improntas postimpresionistas y postcubistas que tiene su pintura nos remiten a la moderna metodología de aprendizaje en las escuelas de bellas artes, que más allá de la crítica de que pueda ser objeto, se basa en definitiva en el conocimiento de todos aquellos maestros y movimientos que, a lo largo del siglo XX, contribuyeron a liberar la mirada del artista (evidentemente, estos espacios "de libertad" han de ser conquistados por el genio antes de ser absorbidos por las escuelas y a nadie escapa que aquel no abunda). No nos extenderemos sobre sus dotes para la composición y para el adecuado manejo de una paleta amplia y variada, que han sido elogiados por muchos críticos. Señalemos que García Osuna, que evocó las figuras de "Morandi y San Francisco, porque sus flores, humildes, y los elementos de sus bodegones, extremados en su sencillez, son representaciones delicadas de la cotidianidad", reparó también en la atracción que siente Ángeles Peláez por las formas circulares, protagonistas de algunas de las pinturas más importantes de esta exposición, como Recomponiendo el arte o el pequeño y delicioso Membrillos. Tan cierto es esto como que ninguna figura geométrica puede limitar el desarrollo de sus pinceladas: ni la modernidad admite que ese mundo de volúmenes estáticos sea “real”, ni es eso lo que objetivamente ve nuestra pintora. En estos cuadros la pintura se transforma al ritmo de las sensaciones, es sugerido ornamento sobre una tela y, al momento siguiente, abstracta formulación de un fondo, se desliza sobre una corteza y deviene cielo nuboso, hace crecer hojas y flores, barro y vidrio sin dejar de ser, como quería el maestro, color junto a color y colores en soledad.

Javier Rubio Nomblot
Crítico de arte, escritor y periodista
Licenciado en B.B.A.A.





Panorama del arte. O/L. 73x92 Recomponer el arte. O/L. 81x100




La naturaleza del tiempo. O/L. 73x92 Rincón invernal. O/L. 60x73




Grosellas. O/L. 65x54 Mi patio. O/L. 73x60




Frutos de la tierra. O/L. 54x81 Reflejando el bodegón. O/L. 65x100






La fuerza del color. O/L. 50x73
Al camino. O/L. 73x92




Calas. O/L. 81x60 Rama. O/L. 47x40


ha dejado de reparar en la síntesis que del natural aquí se lleva a cabo mediante la descomposición de las cosas en planos -es decir, apelando a esa sustancia geométrica de lo real que se manifiesta en cuadros como La fuerza del color-, o la transmutación del paisaje en amplias lenguas de color (véanse obras como Fondo mágico o Panorama del arte), o tornando abstractos los fondos (¿y por qué, ha de preguntarse el espectador, son abstractos los fondos en todos los cuadros de esta artista?), pocos son los que han querido concluir -y no era cosa difícil- que no hay aquí anécdota alguna y que la pintura de Ángeles Peláez es sólo lenguaje.


Frutos de otoño. O/L. 50x100



Membrillos. O/L. 27x46

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