Crux Intentionum (2023) Arte digital por Francisco Tabakman (Frankly Tired)

Esta obra brota de mi percepción de la mayoría de los individuos, moldeada por mi condición de autismo y las lecciones extraídas de experiencias pasadas. Desde esta perspectiva, los seres humanos adoptan la figura de depredadores, a pesar de que puedan mostrar amabilidad y empatía, lo cual me lleva a cuestionar la autenticidad de tales gestos. Esto desencadena una inquietante sensación de ser una presa atrapada en un juego de manipulación ideado por personas cuyas verdaderas intenciones resultan inescrutables para mí.
El lienzo se despliega como un pasillo siniestro, un sendero que nos guía hacia una entidad de bienvenida, pero cuyas sombras arrojan dudas inquietantes. Estamos atrapados en este camino sin la posibilidad de dar marcha atrás, forzados a avanzar en medio de aguas que amenazan con ahogarnos, alzándose hasta nuestras rodillas. Las baldosas rojas bajo nuestros pies, conocidas por situaciones previas de peligro, ahora son reconocidas como señales ominosas.
La figura que se nos presenta asume una forma humana y viste ropas que destilan paz y pureza. Sus manos se extienden, portando orejas como ofrenda de escucha o, quizás, de juicio. Pero el engaño se encuentra en las cuatro tenazas amenazantes que brotan de su boca, sembrando cuestionamientos sobre sus reales intenciones. ¿Nos escuchará y luego nos aprisionará en su abrazo mortal, inoculando veneno para saciar su hambre? ¿O utilizará esas tenazas de formas aún más retorcidas en nuestro detrimento?
Sus patas, parcialmente sumergidas en el agua que mana de su propia figura, pueden ser percibidas como obstáculos que frenan nuestro avance, o quizás como anclas que ofrecen un apoyo ambiguo. Una de sus patas se extiende hacia nosotros, su propósito envuelto en ambigüedad. ¿Saltará hacia nosotros para atacarnos, señalarnos, o saludarnos? ¿O nos juzgará desde su posición elevada?
En el fondo, un símbolo da cuenta de la inscrutabilidad de las intenciones ajenas, recordándonos que las respuestas son esquivas, sin importar la virtuosidad o el daño que sembremos en nuestro andar.
Esta obra, encerrada en su marco de ansiedad, teje un tapiz de interrogantes acerca de las relaciones humanas, donde la incertidumbre se erige como protagonista. Pregunta al espectador cómo abordar el laberinto de encuentros y conversaciones, y si en algún momento, nosotros mismos, asumiremos el papel de la presa o el depredador. Finalmente, la imagen pone sobre la mesa el dilema de la dualidad entre el bien y el mal, subrayando que todos los hombres son capaces de interpretar diferentes papeles según el guion que el contexto les dicta.
En este cuadro se plasma el análisis sobre cómo cualquiera de nosotros puede convertirse en el antagonista de la historia de otro, aun sin haber perpetrado actos que emanan maldad.

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