Añadido el 3 feb 2006
Quizá, desde ala antigüedad, lo viejos valores de fragilidad, belleza, equilibrio.. Han ido cambiando, modificando o pasando a un segundo plano visual tras un manto que desconocemos o que no apreciamos por no saber muy bien como catalogarlos.
Un movimiento, una forma, una textura, un color un equilibrio entre varios puntos visuales, a mi me vasta para definir mi arte.
Estoy en una etapa de mi vida artística en la que reclamo, tal vez por rebeldía, ceñirme a esa belleza orgánica que esta en lo usual en lo simple de un tronco o un conjunto de piedras. No perder la motivación de tocar por el atractivo de la textura que se observa o seguir con la mano la curva que hace el hierro.
Las nuevas corrientes y posiblemente las futuras corrientes perdurables e influyentes en el arte, nos enseñen la luz como jamás la hemos visto, la forma a través de la luz como jamás pudimos apreciar, el movimiento de las formas inducidos directamente y de forma precisa por el propio movimiento del artista como un bailarín que convierte en imagen dimensional sus movimientos.
Tal vez esto sea lo que ocurra, sin conocer demasiado las nuevas tecnologías veo un poco alejado de mi horizonte mas cercano esta nueva visión futura con la triste pena que conllevaría el poseerla, por entonces todo lo que fuera táctil o textural se difuminaría en otros conceptos.
He aquí un fundamento inédito de lo que pienso. Algo, que me hace tallar en granito, como nuestros ancestros hacían en el paleolítico, con sus formas simples intentado definir el mundo con símbolos, o trabajar el hierro, a golpe de martillo y luego dejar que la naturaleza haga su trabajo y oxide la pieza, dando naranjas y rojizos, tan únicos de ese mineral.