Nací en un pueblo pequeño en el que el arte era anulado por la necesidad de trabajar para sobrevivir. Un buen día decidí indagar en lo que el día a día nos vetó de niños, sumergiéndome en las profundas aguas de la creación. En el dibujo, que apareció de manera tardía en mi vida, descubrí una manera fantástica de expresar todas esas vivencias y experiencias que el paso del tiempo dejaba grabado en la arena de la vida. Al principio fue arduo enfrentarme a la canalización de todas esas emociones a través del dibujo, pero poco a poco, aprendí a disfrutar del maravilloso mundo del dibujo, dando forma a los sueños que conformaron el imaginario de mi mente. Se convirtió en un modo de vida.
Nací en un pueblo pequeño en el que el arte era anulado por la necesidad de trabajar para sobrevivir. Un buen día decidí indagar en lo que el día a día nos vetó de niños, sumergiéndome en las profundas aguas de la creación. En el dibujo, que apareció de manera tardía en mi vida, descubrí una manera fantástica de expresar todas esas vivencias y experiencias que el paso del tiempo dejaba grabado en la arena de la vida. Al principio fue arduo enfrentarme a la canalización de todas esas emociones a través del dibujo, pero poco a poco, aprendí a disfrutar del maravilloso mundo del dibujo, dando forma a los sueños que conformaron el imaginario de mi mente. Se convirtió en un modo de vida.
Qué bonito es dibujar, establecer el contorno de los sueños a través del trazo de un viejo lápiz. Qué bonito es subrayar el perfil de la creación en el emborronado paisaje de la imaginación.