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Sinergia H (2017) 雕塑 由 Lluís Cortezón Vallespí
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原创艺术品 (One Of A Kind)
雕塑,
树脂
- 外形尺寸 高度 33.5in, 宽度 34.7in / 44.00 kg
- 艺术品状况 艺术品完好无损
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- 分类 雕塑作品 低于US$20,000 形象艺术 男性裸体
La siguiente obra de arte está formalmente constituida por una escultura exenta de carácter figurativo. En conjunto con “Sinergia N” fue preseleccionada en el prestigioso concurso internacional “Figurativas 21”, que organizan la Fundació de les Arts i els Artistes y el Museo MEAM de Barcelona, e incluida en su catálogo. Esta pieza jamás ha estado a la venta anteriormente (julio de 2025). Obra realizada con modelos propios. No incluye instalación, anclaje ni soporte.
Esta escultura señala directamente al espectador, evocando un concepto en el que somos nosotros mismos quienes, al contemplar las formas, volúmenes, luces y sombras, terminamos la obra. El arte reside en la emoción que nos provoca su admiración; por tanto, no existe en el objeto en sí. Es el propio personaje representado quien nos llama para poder existir y llegar a realizarse. Sólo con nuestro apoyo se produce la sinergia.
Su postura expresiva refleja determinación y seguridad, y en cierto modo cautela y soberbia, pero sobre todo transmite la necesidad del otro, de aquello externo a él mismo que anhela y necesita de manera vital. La escala aumentada sin demasía enfatiza la importancia del mensaje sin alejarlo de lo mundano. Esto nos acerca al mensaje y nos apela a nosotros mismos, otorgando a esa idea una gran relevancia.
El método de trabajo, inspirado en una figura en la que nos identificamos, es en realidad solo un camino, una excusa para hablar a nuestro interior como seres humanos, sin importar condición o cultura, y así transmitir un mensaje universal. El tratamiento constitutivo, que ya no se basa tanto en las formas y volúmenes, sino en el reflejo de la luz y el juego de las sombras, ofrece una impresión directa de emoción gracias a la armonía generada.
CONJUNTO SINERGIA
Esta obra de arte fue concebida en conjunto con “Sinergia N”. Bajo el título general “Sinergia”, se configura como un conjunto escultórico exento de carácter figurativo, compuesto por dos figuras de escala superior a la natural: una, con forma de adulto, que representa el pensamiento lógico; y otra, con forma de niño, que simboliza lo emocional.
El concepto aborda el conflicto y la comunicación entre dos pensamientos aparentemente antagónicos pero complementarios, ya que la unión de ambos conforma la totalidad del ser pensante y, por tanto, de la existencia. La lógica vive en el concepto, mientras que la emoción y la espiritualidad se nutren de las formas. Aun con estas diferencias, uno sin el otro carece de sentido. Así, la voluntad expresiva da forma a ese conflicto, presentando dos figuras que buscan un nexo o punto de unión, conformando una geometría compartida. La sinergia se produce cuando la unión de dos factores da como resultado algo mayor que la suma de sus partes. Fuller añadió que un objeto posee sinergia cuando no puede explicarse completamente sin la suma de todas sus componentes. Quizás esta sea la descripción más adecuada para lo que nos ocupa. Así se produce una sinergia entre las dos figuras y otra con nosotros mismos. Siguiendo uno de los planteamientos del monismo, que elimina la separación entre mente y cuerpo, y tras integrar esta dualidad de pensamiento, se emprende una búsqueda de equilibrio, unión y comunión entre ambas vertientes.
Descartes y los aristotélicos ya hablaban de la relación entre cuerpo y mente, donde los movimientos externos de las extremidades afectan al espíritu. Estos matices de actitud o “microcaracteres” están en gran medida subordinados a otras formas en las que la propia naturaleza dicta y distribuye parte de la retórica expresada por las figuras. Por tanto, al unir lo material y lo inmaterial, si el mundo físico y el del pensamiento conviven e interactúan, la anatomía y sus leyes ayudan a entender mejor los aspectos de una actitud o estado mental.
Si un sentimiento es la racionalización de una emoción previa, entonces el sentimiento ocupa el foco de interés de este conjunto escultórico. El espacio de las dos figuras es onírico, resultado de las dos partes que dan forma a lo inteligible y nacen en la realidad. Las formas son, por tanto, prerreales. El objeto resultante que integra la obra es inquietante y misterioso: en ella se visualizan procesos aún no realizados, y lo que no se ve (el resultado elíptico) es lo que emerge como existente en la realidad, al menos como objeto pensante.
La escala, mayor que la real, no alcanza lo monumental: se sitúa en una superioridad contenida. Está lo bastante aumentada para diferenciarse de la realidad y enfatizar la espiritualidad del mensaje, pero lo suficientemente próxima a la escala mundana para que uno se identifique con ella como algo propio y representativo de la condición humana.
En cuanto a la posición de los personajes, la comunión central se centra en las manos que se enfrentan buscando un resultado, evocando la Creación de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. Con esta gestualidad de la creación del hombre como elemento comunicativo, Sinergia expone la estructura interna del ser humano en el momento de generar la idea o razonamiento inteligible. Las dos figuras representan conceptos antagónicos y complementarios: el niño encarna la inteligencia espiritual y el adulto la razón lógica. Gracias a la intención de ambos surge algo propio. No buscan conectarse directamente, sino aportar simultáneamente a un punto de unión, instalando cada uno su verdad particular y su propia existencia.
En el aspecto más lógico, la intención de la obra funciona como un diagrama de dispersión: dos factores se muestran de forma conjunta para analizar las relaciones causa–efecto que nacen de su comunicación y cómo se llega a posibles resultados, conformando un todo. La posición de los personajes responde a una personalización del carácter según sus posturas iniciales: el niño/emoción se muestra inocente, valiente y ansioso; el adulto/lógica, más determinado, seguro y, en cierto modo, cauteloso y soberbio. A pesar de estas lecturas, la comunicación entre ambos crea un nuevo elemento al sumarse y al implicar nuestra sensibilidad como espectadores.
Toda obra artística admite una lectura alternativa que, desvinculándose de ideas preconcebidas, observa lo que realmente incorpora y transmite. Con una mirada intuitiva, más allá de la razón de lo representado, el resultado parece reflexionar sobre las relaciones y comunicaciones. Por la carga implícita del lenguaje figurativo, surge una idea paternalista de enseñanza, apoyo mutuo y participación entre fases de la vida, volviéndose atemporal. La colaboración entre diferentes personas o aspectos conforma una entidad igualitaria y armoniosa, refugio y consuelo mutuos, tan poderosa como su impacto visual.
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Lluis Cortezón Vallespí es un escultor figurativo formado en la Universidad de Barcelona. Su sensibilidad toma fuerza emotiva con las formas, volúmenes y sombras tratadas con realismo, logrando que estas hablen un lenguaje propio cuando se les otorga figura humana.
Hasta mediados de 2025 nunca había puesto una pieza a la venta. En la intimidad de su taller, ha trabajado cada obra como una exploración personal: haciendo y rehaciendo, recorriendo un sendero de errores y hallazgos sutiles hasta capturar esa chispa de impresión que toda escultura debe evocar.
Hoy comparte por primera vez esas esculturas con quien desee contemplarlas. No suele ofrecer manifiestos ni explicaciones conceptuales que guíen la mirada: está convencido de que el arte figurativo no precisa etiquetas ni discursos previos para ser comprendido. Basta el encuentro directo y la mera contemplación para que la obra cobre vida. Una cabeza girada, un brazo extendido o el leve arqueo de una espalda resultan suficientes para despertar algo en cada espectador, sin importar su cultura o procedencia. Ese pulso emocional, el que surge sin traductor, es lo que impulsa su trabajo.