卖家 Jair Ríos
He aquí el mito:
Y a la rosaluz, cada vez más brillante del amanecer, contemplaron quienes pudieron acercase, a una doncella muy joven, muy niña que dormía.
No tenía esta niña ninguna señal de cansancio, su cuerpo tampoco mostraba estrago alguno de hambre o de sed. Por el contrario, parecía acabada de alimentarse y de beber en abundancia.
Dormía. . .
Y era su sueño de paz y de ilusiones, porque suavemente su faz infantil, marcaba una dulce sonrisa.
Con el acercamiento de más y más miembros de la tribu, hízose una algarabía. Comentarios iban y venían. Deducciones, indagaciones y afirmaciones se hacían unos a otros.
_ ¿Acaso era una india de una tribu cercana?
_ ¿Cómo llegaría hasta allí?
¡Debía haber campos sembrados capaces de alimentar a los padres y a esta niña!
_ ¡A buscarlos! ¡A buscarlos!
_ ¿Pero alcanzarían los restos de fuerza?
_ ¡La esperanza todo lo puede!
_ ¡No podemos! ¡No podemos!
Las preguntas y las afirmaciones corrían de boca en boca.
Pero. . . una circunstancia inesperada vino a responder en forma tan curiosa como misteriosa, la aspiración de todos.
Dos de los caciques acaloradamente.
El uno afirmaba que la niña estada pintada de verde, mientras el otro sostenía que lo era de rojo.
Un tercero se acercó afirmando que el tatuaje era amarillo.
Cuando otro más vino al grupo, se burló de las opiniones de los demás al decir que lo estaba de azul.
No era el momento de burlas. Y los indios tan aficionados a la interpretación de los colores y de sus significados, fueron llamando a los demás caciques, hasta completar los siete, guiadores a su vez, de toda la tribu.
Y. . . todos siete afirmaban verla de un color distinto. . .
Mientras tanto el sol ya había recorrido, sin que nadie lo observara, parte de su jornada por los espacios infinitos.
Despertaba la doncellita, la doncellita de los siete colores. . .
En ese momento, alguien buscó los horizontes. . .
Otro grito de asombro rompió discusiones y desacuerdos. . .
Sobre la bóveda azul de las lejanías, se marcaba un enorme arco-iris. . .
Y tenían los siete colores que los caciques veían en la doncella…
Nada dijo la doncellita. Sólo correteó por entre los ranchos y pasó el día entre los parianos, dentro del mayor silencio, pero manifestando alegría y optimismo por los poros.
Con la presencia de la niña y la aparición radiante del enorme arco-iris, volvieron los ánimos de la indiada. Todo se tornó en anhelo de laboriosidad, actividad y acción, porque consideraron la señal celeste como una promesa de agua y de pan.
Los caciques, confundidos por el trágico significado de los colores en que cada cual viera el tatuaje de la doncella, resolvieron esperar un día más antes de abandonar a su suerte la tribu a sus cuidados confiada. Pero no de la misma manera pensaron los demás indios.
Conocían las graves faltas de sus gobernantes. Sabían la pasión predominante en cada uno de ellos, y reconocieron en cada uno de los colores el significado: gula, avaricia, lujuria, pereza, soberbia, ira y egoísmo. Una protesta surgió de todas las mentes, pues aquellos seres acostumbrados a la interpretación de tatuajes, colores y “voces de la naturaleza”, no aceptaban la idea de que cuando sucedía en miseria y hambre para la tribu, no tuviese un significado del Poder Divino.
Descubiertas ahora, por obra y gracia de “La Doncellita de los Siete colores” las pasiones bien ocultas y disimuladas de los piaches, pidió la tribu a los ancianos, exigiera a los caciques una especie de depuración con promesas de mejoramiento.
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JAIR RÍOS nace el 4 de octubre de 1975 en la ciudad de Cartagena-Colombia. En 1985 se traslada a Venezuela, adquiriendo la nacionalidad venezolana, y en 1987 inicia sus estudios académicos de arte.
Sus primeros trabajos son de carácter lineal y de trazos muy desenvueltos, mostrando una fuerte tendencia hacia los temas místicos-religiosos y simbolistas.
Luego fue concentrándose en temas mucho más sencillos y cotidianos, algunos enmarcados dentro de las tradiciones populares, las leyendas y mitologías indígenas, recalcando como centro de atención a la figura humana y la expresividad del color; haciendo mucho más hincapié en los matices, la iluminación, las texturas, la naturalidad y el realismo de la expresión de la figura o modelo que plasma en sus obras, buscando siempre una atmósfera íntima y subjetiva pero muy cercana al espectador.