Henri Iglesis es un artista catalán contemporáneo reconocido por su enfoque innovador de la escultura. Iglesia se embarcó en un notable viaje artístico que lo llevaría a desarrollar una técnica de escultura única conocida como "chapa soplada". Su trabajo se caracteriza por una cualidad caprichosa y onírica, que refleja su imaginación ilimitada y su divertido sentido del humor.
En 2008, se produjo un momento crucial en la carrera artística de Henri Iglesis cuando tropezó con la idea innovadora que definiría su trabajo. Mientras creaba una escultura que representaba la imagen de su propio hijo, concibió la idea de inyectar aire en una pieza de chapa previamente soldada. Este proceso innovador no se parecía a nada visto antes en el mundo de la escultura. Iglesia refinó y perfeccionó diligentemente esta técnica, lo que finalmente condujo a su registro oficial. El propio término "chapa soplada" ahora está protegido por derechos de autor, lo que consolida su estatus como verdadero pionero en el mundo del arte.
Las creaciones de Iglesias poseen una ligereza distintiva, tanto en términos de apariencia física como de impacto emocional. Sus esculturas combinan a la perfección el peso del metal patinado con la calidad etérea del aire. Sin embargo, no es sólo la ligereza física lo que define su trabajo; es la ligereza de un mundo onírico, colorido y despreocupado lo que él da vida a través de su arte.
Una de las obras más cautivadoras de Henri Iglesis es "Petit Bonhomme", una escultura que rinde homenaje al tradicional manele alsaciano y evoca gratos recuerdos de la infancia. Sin embargo, la interpretación de Iglesias dista mucho de ser convencional. En lugar de utilizar papel o pan de jengibre, emplea láminas de metal deformadas para crear sus traviesas figuras. Estos hombrecitos, congelados en metal pero moldeados por el soplo de aire, exudan un aura de curiosidad y energía infantil.
Henri Iglesis infunde a su arte un sentido del humor y alegría que es verdaderamente contagioso. Ya sea en acabados cromados o lacados, con barnices brillantes, mate o satinados, sus esculturas cobran vida en tonos vibrantes: rojo, amarillo, azul cielo, azul Klein, rosa, chocolate, naranja, morado, negro o blanco. Estos colores recuerdan el optimismo despreocupado de la infancia, evocando una sensación de alegría y nostalgia.