1 obra de arte por Edgar Negret (Selección)
Descargar como PDFEDGAR NEGRET • 1 obra de arte
Las últimas obras de Edgar Negret demuestran que su talento creativo ha ido siempre a la par de una [...]
Las últimas obras de Edgar Negret demuestran que su talento creativo ha ido siempre a la par de una aguda percepción del espíritu y carácter de los distintos períodos que le ha correspondido vivir. Así lo ratifica su más reciente producción, la cual, aunque ligada por el instinto constructivo y la permanencia de los materiales con sus obras de años anteriores, hace gala de un contenido diferente, permitiendo hablar no solo de una nueva etapa en la trayectoria del maestro, sino de una sincera participación en los intereses y argumentos que han empezado a nutrir las definiciones artísticas en los umbrales del siglo XXI.
Negret es sin duda uno de los grandes creadores de la escultura en la segunda mítad de este siglo, un artista moderno en todo el sentido de la palabra. Junto con Anthony Caro y Louise Nevelson, alrededor de los años cincuenta, realizaron aportes verdaderamente fundamentales para el desarrollo del arte en la centuria que termina.
Los tres -cada uno de una manera particular y únicallevaron el empleo de materiales industriales a un grado de excelencia creativa desconocido: mientras Nevelson acomodaba objetos producidos en serie en prolíficas composiciones monocromas que le abrieron un amplio horizonte al ensamblaje, y mientras Caro conseguía un método escultórico sintético y de brillante porvenir uniendo los metales por medio de la soldadura, Negret utilizaba un recurso igualmente industrial, la tuerca y el tornillo, para unir el aluminio y para arquearlo y concederle aptitudes aéreas, abriendo así un espacio de infinitas posibilidades para la creatividad tridimensional presente y futura.
Es claro entonces que los primeros aportes de Negret a la historia del arte se dan dentro de presupuestos decididamente modernistas. Entre sus obras iniciales se cuentan temas religiosos así como algunas alusiones a la mitología de los aborígenes norteamericanos, pero la sola escogencia de un metal industrial como elemento primordial de su trabajo, constituye inequívoca señal de su entusiasmo por el progreso y de su fe en la ciencia y la tecnología. Como artista moderno se interesa especialmente por la pureza de las formas, el orden y la coherencia estructural; y baste recordar los estrechos nexos de sus trabajos con las máquinas, o sus acoplamientos de inocultable admiración por la exploración espacial, para comprender cuán imbuido por el espíritu del siglo XX se hallaba su pensamiento hace quince o treinta años y cuán positiva era entonces su visión del mundo y de la sociedad contemporánea.
Pues bien, en sus últimos trabajos ya no tanto. Sus obras más recientes indican una marcada indiferencia por los valores de la sociedad actual, así como la certeza de que el mundo de hoy no es el paraíso que daban por sentado los movimientos modernistas con su irreductible fe en el futuro y en el desarrollo tecnológico y con su total divorcio de la naturaleza y de la vida. Ahora árboles y flores son motivo reiterado de su obra haciendo perceptible cierto escepticismo sobre las bondades de la industria; y ahora constituye fuente de profunda inspiración algo tan opuesto a los conceptos de desarrollo y de progreso como el carácter y sabiduría que emanan de nuestra herencia prehispánica. Es más, sus últimos trabajos conducen de manera irremediable a reflexiones en las cuales la naturaleza y los pueblos aborígenes de América son las víctimas, precisamente, de esos conceptos de desarrollo y de progreso según han tomado cuerpo y han ganado aceptación en el mundo occidental.
Es decir, aunque su materia prima continúa circunscrita al aluminio, la tuerca, el tornillo y la pintura, como fiel reflejo del momento industrial y progresista en que tuvo lugar la gestación de su lenguaje, el contenido y presencia de las obras ha cambiado de manera radical, como si el artista hubiera logrado alterar molecularmente el metal infundiéndole propiedades espirituales a su potencial mecánico y fabril. Con la magia propia de los grandes creadores, Negret ha transformado el aluminio que le servía para expresar su admiración por el ingenio tecnológico y científico, en un material que ahora es más recurso que objetivo, y que le sirve de manera igualmente eficaz para expresar verdades muy distintas, relacionadas, por ejemplo, con el reconocimiento y comprensión del arte, tradiciones y cultura de América Latina.
Para confirmar este cambio en la sustancia y presencia de sus obras el maestro ha enfatizado el ángulo poético que siempre particularizó su producción entre la de tantos escultores que utilizan el metal, y ha hecho gala de un color más etéreo y sugerente, con lilas y verdes de inesperada suavidad los cuales, rodeados por la versatilidad del gris, restan contundencia a sus tradicionales rojo, blanco, azul y negro. Ha disminuido la frecuencia de las composiciones modulares, y con cierto barroquismo o cierta nueva atención a los detalles y partes más pequeñas de las piezas, ha logrado que el talante y actitud que comunican, en lugar de apuntar hacia el orden, la fuerza y el poder como en sus producciones anteriores, hagan referencia a la magia y la intuición, y que provoquen la misma sensación de objeto o construcción ritual que suscitan las piezas y monumentos prehispánicos.
Puede afirmarse en consecuencia, que su más reciente producción se interesa más en la ecología que en la tecnología, que persigue más la transmisión de un espíritu o dar pie a una evocación que reafirmar un estilo o comprobar una teoría, y que remite de manera más directa a la ductilidad de los textiles y a los misterios de las lagunas y los astros que al poder de los motores o a la firmeza de los puentes. Conceptualmente, el artista ha ignorado el credo vanguardista de «avanzar a toda costa», y ha optado por profundizar sobre sus impulsos y raíces, e inclusive por revisitar ciertos aspectos de sus momentos iniciales, cuando sus aparatos mágicos, eclipses y kachinas hablaban de un idioma subjetivo en el cual los poderes ocultos, la naturaleza y los rituales proveían la principal inspiración.
En resumen, aunque se mantenga la riqueza de las formas y el ingenio constructivo, y aunque la mecánica de las piezas se conserve precisa e impecable, en el transcurso de los últimos diez años las obras de Negret han dado un amplio giro en actitud, rumbo y mensaje. Su producción se ha tornado más compleja sugiriendo territorios más allá de la superficie o contorno de las obras, y ha adquirido una nueva dimensión, un aura espiritual, un sentido mágico y nostálgico que la ha puesto en perfecta sintonía con el ánimo que reina en este inseguro y añórante fin de siglo y de milenio.
Así como sus obras de los años sesenta y setenta derrochaban optimismo y confianza en la sociedad contemporánea, su trabajo actual, al traslucir su admiración por culturas y valores desaparecidos que hubieran podido representar alternativas para el mundo en que vivimos, resume la incertidumbre dominante sobre el futuro de la humanidad y del planeta, y refleja esa inclinación por lo anímico, extra sensorial, religioso, espiritual y mitológico que ha irrumpido con fuerza inesperada eri estas postrimerías del siglo XX.
No hay duda de que existe una estrecha relación entre la permanente vigencia creativa de Negret y su capacidad para condensar y transmitir el ánimo y carácter del momento, el espíritu de su época.
Negret es sin duda uno de los grandes creadores de la escultura en la segunda mítad de este siglo, un artista moderno en todo el sentido de la palabra. Junto con Anthony Caro y Louise Nevelson, alrededor de los años cincuenta, realizaron aportes verdaderamente fundamentales para el desarrollo del arte en la centuria que termina.
Los tres -cada uno de una manera particular y únicallevaron el empleo de materiales industriales a un grado de excelencia creativa desconocido: mientras Nevelson acomodaba objetos producidos en serie en prolíficas composiciones monocromas que le abrieron un amplio horizonte al ensamblaje, y mientras Caro conseguía un método escultórico sintético y de brillante porvenir uniendo los metales por medio de la soldadura, Negret utilizaba un recurso igualmente industrial, la tuerca y el tornillo, para unir el aluminio y para arquearlo y concederle aptitudes aéreas, abriendo así un espacio de infinitas posibilidades para la creatividad tridimensional presente y futura.
Es claro entonces que los primeros aportes de Negret a la historia del arte se dan dentro de presupuestos decididamente modernistas. Entre sus obras iniciales se cuentan temas religiosos así como algunas alusiones a la mitología de los aborígenes norteamericanos, pero la sola escogencia de un metal industrial como elemento primordial de su trabajo, constituye inequívoca señal de su entusiasmo por el progreso y de su fe en la ciencia y la tecnología. Como artista moderno se interesa especialmente por la pureza de las formas, el orden y la coherencia estructural; y baste recordar los estrechos nexos de sus trabajos con las máquinas, o sus acoplamientos de inocultable admiración por la exploración espacial, para comprender cuán imbuido por el espíritu del siglo XX se hallaba su pensamiento hace quince o treinta años y cuán positiva era entonces su visión del mundo y de la sociedad contemporánea.
Pues bien, en sus últimos trabajos ya no tanto. Sus obras más recientes indican una marcada indiferencia por los valores de la sociedad actual, así como la certeza de que el mundo de hoy no es el paraíso que daban por sentado los movimientos modernistas con su irreductible fe en el futuro y en el desarrollo tecnológico y con su total divorcio de la naturaleza y de la vida. Ahora árboles y flores son motivo reiterado de su obra haciendo perceptible cierto escepticismo sobre las bondades de la industria; y ahora constituye fuente de profunda inspiración algo tan opuesto a los conceptos de desarrollo y de progreso como el carácter y sabiduría que emanan de nuestra herencia prehispánica. Es más, sus últimos trabajos conducen de manera irremediable a reflexiones en las cuales la naturaleza y los pueblos aborígenes de América son las víctimas, precisamente, de esos conceptos de desarrollo y de progreso según han tomado cuerpo y han ganado aceptación en el mundo occidental.
Es decir, aunque su materia prima continúa circunscrita al aluminio, la tuerca, el tornillo y la pintura, como fiel reflejo del momento industrial y progresista en que tuvo lugar la gestación de su lenguaje, el contenido y presencia de las obras ha cambiado de manera radical, como si el artista hubiera logrado alterar molecularmente el metal infundiéndole propiedades espirituales a su potencial mecánico y fabril. Con la magia propia de los grandes creadores, Negret ha transformado el aluminio que le servía para expresar su admiración por el ingenio tecnológico y científico, en un material que ahora es más recurso que objetivo, y que le sirve de manera igualmente eficaz para expresar verdades muy distintas, relacionadas, por ejemplo, con el reconocimiento y comprensión del arte, tradiciones y cultura de América Latina.
Para confirmar este cambio en la sustancia y presencia de sus obras el maestro ha enfatizado el ángulo poético que siempre particularizó su producción entre la de tantos escultores que utilizan el metal, y ha hecho gala de un color más etéreo y sugerente, con lilas y verdes de inesperada suavidad los cuales, rodeados por la versatilidad del gris, restan contundencia a sus tradicionales rojo, blanco, azul y negro. Ha disminuido la frecuencia de las composiciones modulares, y con cierto barroquismo o cierta nueva atención a los detalles y partes más pequeñas de las piezas, ha logrado que el talante y actitud que comunican, en lugar de apuntar hacia el orden, la fuerza y el poder como en sus producciones anteriores, hagan referencia a la magia y la intuición, y que provoquen la misma sensación de objeto o construcción ritual que suscitan las piezas y monumentos prehispánicos.
Puede afirmarse en consecuencia, que su más reciente producción se interesa más en la ecología que en la tecnología, que persigue más la transmisión de un espíritu o dar pie a una evocación que reafirmar un estilo o comprobar una teoría, y que remite de manera más directa a la ductilidad de los textiles y a los misterios de las lagunas y los astros que al poder de los motores o a la firmeza de los puentes. Conceptualmente, el artista ha ignorado el credo vanguardista de «avanzar a toda costa», y ha optado por profundizar sobre sus impulsos y raíces, e inclusive por revisitar ciertos aspectos de sus momentos iniciales, cuando sus aparatos mágicos, eclipses y kachinas hablaban de un idioma subjetivo en el cual los poderes ocultos, la naturaleza y los rituales proveían la principal inspiración.
En resumen, aunque se mantenga la riqueza de las formas y el ingenio constructivo, y aunque la mecánica de las piezas se conserve precisa e impecable, en el transcurso de los últimos diez años las obras de Negret han dado un amplio giro en actitud, rumbo y mensaje. Su producción se ha tornado más compleja sugiriendo territorios más allá de la superficie o contorno de las obras, y ha adquirido una nueva dimensión, un aura espiritual, un sentido mágico y nostálgico que la ha puesto en perfecta sintonía con el ánimo que reina en este inseguro y añórante fin de siglo y de milenio.
Así como sus obras de los años sesenta y setenta derrochaban optimismo y confianza en la sociedad contemporánea, su trabajo actual, al traslucir su admiración por culturas y valores desaparecidos que hubieran podido representar alternativas para el mundo en que vivimos, resume la incertidumbre dominante sobre el futuro de la humanidad y del planeta, y refleja esa inclinación por lo anímico, extra sensorial, religioso, espiritual y mitológico que ha irrumpido con fuerza inesperada eri estas postrimerías del siglo XX.
No hay duda de que existe una estrecha relación entre la permanente vigencia creativa de Negret y su capacidad para condensar y transmitir el ánimo y carácter del momento, el espíritu de su época.
Contacto Edgar Negret
Enviar un mensaje privado a Edgar Negret