Añadido el 20 nov 2010
Para todo pintor, el arte viene a ser como el campo de batalla de una acción que, en la medida en que adquiere mayor experiencia, le propicia asumir mejores aptitudes para componer; entretanto, deberá enfrentar un imprescindible período de entrenamiento y experimentación que finalmente lo conducirá a un estadio de expresión plástica que viva en la vida misma, en un ejercicio del pensamiento que, como dijera Augusto Rodin, busque comprender al mundo y hacerlo comprender.
Y en esa etapa de su formación artística se encuentra, justamente, Jorge Ignacio Nazábal Cowan (Ciudad de La Habana, 27 de noviembre de 1962), un joven prácticamente recién graduado de la Academia de Artes San Alejandro (2000), cuya obra ya ha sido exhibida a través de varias exposiciones personales y colectivas en diferentes galerías de la capital, entre ellas una muestra de su último quehacer pictórico presentada con notable éxito de público, hace pocas semanas, en la galería de arte Domingo Ravenet, donde pudimos observar algunas de las piezas que, junto a otras en actual proceso de creación,
La obra de Nazábal intenta interpretar fragmentos del mundo real que más lo frecuentan y obsesionan. De tal modo, sus consideraciones estéticas giran en torno a la vida y la muerte, como conglomerados de metáforas visuales en las que se confrontan las realidades más íntimas y distintas, al punto de crear un clima de exacerbación poética que revela, ante todo, una marcada conexión con el surrealismo clásico, tendencia que aprovecha para presentar -a modo de mezcla de ideas- cotidianas realidades y pensamientos, con ensoñaciones y recuerdos que pasan por la mente del creador.
Nazábal suele acompañar sus obras de textos casi siempre ubicados en la identificación del cuadro.
Varios de esos escritos propician comprender mejor la idea estética representada por el artista.
Frases que, como sus cuadros, son portadoras de cierto pesimismo, de una evidente carga de preocupación existencial frente a un mundo convulso, controvertido y cada vez más amenazante.
A través de estas piezas el espectador se enfrenta a verdaderos espectáculos visuales. En sus trabajos, ante todo, el observador se detiene ante el encanto de una indiscutible calidad en el dibujo y la línea, el refinamiento en el uso del color y en el tratamiento de la materia, en la conducción y orientación de las pinceladas.
Y no existen dudas de que el arte de Nazábal busca cierta correspondencia o sentido de integración hacia aspectos relacionados con la sociedad; sin embargo, su obra, a pesar de que no pretende buscar "novedades", trasciende aún muy vinculada al modo de expresión de los clásicos. Más que narrar sus historias a partir del contexto en que las concibe, sus trabajos tienden a lo espectacular, a pretender hacer, como Salvador Dalí en su tiempo, de la mistificación, un objetivo fundamental del arte.
Sumergido en un torbellino de ideas que fluyen con un sentido profundamente ético, este creador se vale del dominio casi perfecto del dibujo de los renacentistas, y del arte show de los surrealistas en el diseño de sus personajes, en cuya realización indudablemente influyen sus conocimientos sobre ciencias biológicas (es licenciado en esta especialidad en la Universidad de La Habana, en 1985), para asumir, en cada proyecto pictórico, una especie de aventura en la que también da riendas sueltas a una imaginación que busca, ante todo, actuar intensamente en la transformación del mundo en que vive.
Generalmente representada a través de la figura femenina (símbolo de maternidad, amor, ternura, belleza, comprensión...) como "gancho" de comunicación efectiva con los observadores, la especie humana es enjuiciada en estas piezas a partir de disímiles sentimientos y valores éticos expuestos en un clima cálido, con un visible sentido de desafío, enmarcada en un contexto que establece, primordialmente, una relación entre el mundo de la realidad y el de la impulsión pictórica del artista.
"Nazábal se introduce en un complejo análisis del mundo y la sociedad contemporánea, para lo cual en lo insólito de sus imágenes se hacen visibles influencias surrealistas muchas veces expresadas a través de la técnica de los artistas pop, unida a una intención polémica a veces panfletaria; pero toda esa diversidad expresiva está perfectamente incorporada a una unidad pictórica de indiscutible calidad poética", expresa Haydée Otero en el guión de un material fílmico actualmente en proceso de realización.
Indudablemente, la producción plástica de este creador se mueve siempre en los ámbitos activos de su siquis, del inconsciente. Por ese motivo, quizás muchos de sus mensajes están concebidos con el fin de "desterrarlos", de ahí ese carácter místico que prevalece en sus obras como anclas fijadas en el caos inmenso de nuestra contemporaneidad.
Nazábal, entonces, está en condiciones de asumir nuevos y mayores proyectos que, sin apartarse de la intención polémica y fantasiosa que ha caracterizado su quehacer hasta ahora, le permitan crear una obra con mayor riqueza plástica y originalidad incuestionable, para que, sin dejar de liberarse de su mundo interior, su arte trascienda como una actitud ante el mundo y ante sí mismo.