Cuando el arte se une al crimen: 3 espeluznantes historias sobre arte y crimen

Cuando el arte se une al crimen: 3 espeluznantes historias sobre arte y crimen

Bastien Alleaume (Crapsule Project) | 28 may 2021 9 minutos de lectura 1 comentario
 

Artmajeur te lleva a las profundidades de la mente humana, donde la razón se nubla en favor del egoísmo o la locura. Prepárase y acompáñenos a descubrir estas tres sórdidas y fascinantes historias que mezclan tortura, secuestro, asesinato y... arte.

1. El arte moderno como instrumento de tortura


En esta primera historia donde se mezclan arte y crimen, nos adentramos en una aventura tan morbosa como emocionante: cuando los servicios de contraespionaje españoles torturaban a los opositores al régimen de Franco con ayuda del arte moderno. 

Esta historia se desarrolla desde 1936 (inicio de la Guerra Civil española) hasta finales de los años cuarenta. Mientras que en aquella época, en Alemania, las piezas de arte moderno eran retiradas de los museos por ser "arte degenerado", en España, utilizaban los principios teorizados de unos jóvenes artistas para torturar a los opositores políticos. 

Detrás de esta extraña idea había un artista francés (y triste perdedor) llamado Alphonse Laurencic. Detenido inicialmente en España por delitos financieros, sedujo al SIM (Servicio de Información Militar de la República) para colaborar con ellos en el diseño de instrumentos de tortura y nuevas celdas de prisión.

Alphonse Laurencic. Portada del libro El Hombre de las Checas, Susana Frouchtmann.

Tomando prestadas ideas desarrolladas por artistas afiliados a la escuela Bauhaus, utilizó los principios de la abstracción geométrica y el surrealismo para conceptualizar celdas de tortura psicológica. Estas prisiones secretas, llamadas "Checas", eran en cierto modo el lado oscuro de las teorías vanguardistas sobre el color, la luz y sus asociaciones. 

 

¿Qué encontramos en estas cámaras de tortura? 

En estas celdas estrechas, había obviamente una cama: pero estaba inclinada 20 grados, de modo que cuando el prisionero empezaba a dormirse, se resbalaba y caía al suelo.

 

Entonces, ¿por qué no dormir en el suelo?  Pues... El suelo estaba cubierto por un laberinto de ladrillos colocados a igual distancia de forma que impedía al prisionero acostarse, pero también impedía sentarse e incluso caminar en línea recta.


A la izquierda, portada del libro  Por qué hice las 'Chekas' de Barcelona, 1939.
A la derecha,
  reconstrucción de una celda de la prisión de Laurencic, lugar desconocido.

Las paredes se cubrían con dibujos geométricos inspirados por Bauhaus, Wassily Kandinsky o Paul Klee. Predominaba el verde, porque Laurencic creía que este color apagado creaba una fuerte sensación de melancolía y tristeza en el espectador. Para desorientar aún más a la víctima, imaginó muchas otras estratagemas que mezclaban el arte y la mecánica, como premisas morbosas del arte cinético. Por ejemplo, utilizó luces intermitentes repetitivas para desestabilizar la visión del prisionero. Mezclado con patrones geométricos abstractos, este parpadeo hacía perder la cabeza  a cualquiera rápidamente.

Y por si fuera poco, también había un reloj en estas celdas. Sus manecillas estaban programadas para dar vueltas a la esfera en 20 horas. Al cabo de unos días, los prisioneros perdían lógicamente toda noción del tiempo y del espacio. Para los más rebeldes, Laurencic había imaginado también una tortura auditiva, obligando a los presos a escuchar un ruido repetitivo de un metrónomo amplificado a diferentes velocidades. 

Imágenes de archivo de las celdas de Laurencic en la calle Zaragoza, Barcelona (1939).

Es difícil imaginar el ambiente nauseabundo que reinaba en estas salas de sufrimiento. Los desafortunados opositores no podían aguantar mucho más: se desplomaban por fatiga, enfermedad o se volvían locos. Todos acabaron confesando. ¿Qué confesaban? Cualquier cosa y todo, pero sobre todo lo que sus torturadores querían oír. 

Una tristísima readaptación de las reglas del arte moderno. Mientras Bauhaus aspiraba a utilizar estos conocimientos técnicos para crear espacios funcionales y estéticos, Laurencic hizo exactamente lo contrario. Murió fusilado el 9 de julio de 1939, a la edad de 37 años. 

2. Un crimen detrás de una de las mayores obras maestras del Louvre

 ¿Sabía que detrás de una de las mayores obras maestras del Louvre, Retrato de Iñigo Melchor Fernandez de Velasco de Murillo, hay una historia espeluznante? 

Bartolomé Estéban Murillo, Retrato de Iñigo Melchor Fernández de Velasco, 1659. Museo del Louvre, Paris.

Esta es la historia de Suzanne de Canson, una de las herederas más ricas de Francia. Su familia hizo una fortuna desde el siglo XVIII gracias al negocio de papel de dibujo del mismo nombre. Su padre era un famoso coleccionista de cuadros y antigüedades. A su muerte, en 1958, Suzanne y su hermana heredaron cada una la mitad de la fortuna familiar, que hoy se calcula en más de 75 millones de euros. La mayor parte de la herencia consistía en obras de arte y antigüedades, pero también incluía un cuadro de especial valor: Retrato de Iñigo Melchor Fernández de Velasco, del artista español Bartolomé Esteban Murillo, estimado en más de 20 millones de francos de la época (3 millones de euros). Las dos hermanas se negaron a venderlo, considerando su importancia sentimental, y prometieron conservarlo para siempre en el patrimonio familiar. 


Como curioso dato sobre el incumplimiento de su acuerdo, hoy esta obra de arte se encuentra en la sala 718 del Louvre. ¿Pero qué pasó? Aferrarse porque la vida de un rico heredero a veces depara dolorosas sorpresas. Se lo explicamos a continuación: 

Gracias a la inmensa fortuna de su familia, Suzanne llevaba una buena vida desde su juventud. A los 18 años, se separó del hombre con el que debía casarse para irse con una tal Laurence, con la que vivió durante 37 años. Su asumida homosexualidad no fue  aceptada por su familia conservadora, la cual se fue distanciado de ella.

A la izquierda, Suzanne de Canson. A la derecha, su hermana Jeanne Deschamps en 1991.


En 1980, Suzanne y su novia se separaron. Laurence dejó la casa con varias obras de arte (de las que Murillo no formaba parte), y para resolver complejidades legales, Suzanne recurrió a un abogado: Robert Boissonnet. Éste se acercó rápidamente a la septuagenaria heredera, adquirió su confianza e incluso se le confió la gestión de su patrimonio. Se convirtió en su confidente, ella le proporcionó una casa impresionante y una "dama de compañía" llamada Joelle Pesnel. 

Pobre y ambiciosa, Joelle Pesnel es una artista fracasada con un ego desmesurado. Su relación con Suzanne de Canson, intensa y frágil, no tardará en volverse dramática, como el sentido común lo indica. De forma discreta pero segura, el abogado y la dama de compañía aprovecharán la senilidad de Suzanne para liquidar sus bienes muebles. Para no despertar las sospechas de las autoridades y del resto de la familia, trasladaron varias obras de arte y antigüedades a través de la frontera suiza. Allí, simplemente podían vender los cuadros discretamente. Por desgracia, esta sórdida historia no termina ahí, y la vida de la heredera se convirtió en una auténtica pesadilla. 

Joëlle Pesnel durante su juicio en 1991. 

Cuando Suzanne de Canson muere en 1986, a los 76 años, la policía registra la casa que compartía con su pareja, Joelle. En el acto, el asombro es mayúsculo: los agentes descubren las condiciones de vida de la heredera, que parecen más bien condiciones de detención. Entendemos entonces que la pobre mujer estuvo secuestrada durante largos meses, en una habitación sin ventana ni luz, con el único consuelo de un colchón plastificado en un rincón de la habitación. Murió de hambre, abandonada por su "compañero" carcelero, que la dejó languidecer sin respeto, sin higiene y sin piedad. Murió sola, en el más absoluto anonimato. 

Tras estos trágicos acontecimientos, la última heredera de Canson, Juana, intentó por todos los medios hacer justicia a su hermana y recuperar la obra de Murillo. Por desgracia, las múltiples y oscuras transacciones que rodean a esta obra de arte hicieron que su tarea fuera demasiado compleja. El cuadro pasó por Suiza gracias a documentos falsos, luego intervinieron otros abogados para opacar las transacciones hasta un intento de venta abortado por la casa de subastas inglesa 'Christie's', que mintió abiertamente sobre la procedencia de la obra al aceptar cambiar el nombre Canson por Cansou. En Francia, la administración del Louvre descubrió que la obra había sido exportada ilegalmente e intervino para cancelar la venta prevista en Londres. El museo negoció en secreto la compra de la obra con Joelle Pesnel a través de la casa de subastas, por la modesta suma de 760.000 euros, cuando estaba estimada en varios millones.

Suzanne de Canson, fotografiada unos meses antes de su muerte.

Se produjo un escándalo en el silencioso mundo del mercado del arte: El Louvre negó tener conocimiento del dudoso origen de la obra, mientras que su presencia en la prestigiosa colección Canson era conocida por todos. Tras una larga batalla judicial, el museo ganó el pleito y se le reconoció su buena fe. 

En la actualidad, la hermana de Suzanne ha fallecido y parece poco probable que la obra de Murillo vuelva a formar parte de su colección, ahora empobrecida y sin voluntad real de seguir luchando. Si, por casualidad, se pasea por la sala 718 del departamento de pintura del Louvre, seguro que no percibirá a este señor de la misma manera.

3. El payaso asesino: psicópata y artista al mismo tiempo

Sea cual sea la opinión de la artista Louise Bourgeois, para quien el arte es "garantía de buena salud mental", la locura creativa se apodera a veces de las mentes más oscuras del mundo. Sabemos que Hitler era un monstruo durante la semana, pero eso no le impedía pintar los domingos. Hoy vamos a hablar de otro artista desequilibrado, el payaso Pogo. 

Su nombre real era John Wayne Gacy (que ya suena a asesino en serie). Nació en 1942 en Chicago y es uno de los asesinos en serie estadounidenses más famosos. Criado en un clima favorable a la perversión -alcoholismo familiar, padre sádico y abusos sexuales-, John Wayne Gacy vivió como un hombre honrado durante muchos años, hasta que cometió su primer crimen en 1972, a los 30 años. 

Propietario de una pequeña empresa de construcción y artista en su tiempo libre, era conocido por su entusiasmo y generosidad. Le gustaba disfrazarse de payaso para entretener a los niños hospitalizados en los suburbios de Chicago. Muy presente en la comunidad polaca de la ciudad, organizó un desfile anual allí, e incluso conoció a la primera dama en 1978: Lady Rosalynn Carter. 

John Wayne Gacy y Lady Rosalynn Carter en 1978.

¿Quién iba a imaginar que detrás de este benévolo maquillaje se escondía uno de los asesinos en serie más crueles del siglo XX? Tras numerosas desapariciones de jóvenes de su círculo, la policía comienza a investigar y decide, en diciembre de 1978, detener y registrar la casa de este simpático payaso. En los cimientos y en el sótano de la casa, encontraron 26 cuerpos. En el jardín, se desenterraron 3 cuerpos. En el río cercano, se encontraron 4 cuerpos. Responsable del asesinato de 33 jóvenes, también confiesa haberlos violado y torturado antes de asesinarlos. 


Este monstruo disfrazado de altruista sabe que le espera la pena de muerte, pero permanece en prisión durante más de 10 años, para que se haga justicia en cada uno de los casos en los que estuvo implicado. Durante su encarcelamiento, John Wayne Gacy se dedica a su pasión: la pintura. Centrándose en referencias sombrías, entre el arte marginal y la discapacidad mental, realizó numerosas obras de arte inspiradas en su universo payaso, pero también en el universo Disney, como Bambi o Blancanieves y los 7 enanitos. Rick Staton, un hombre sin escrúpulos y empresario de pompas fúnebres, se convirtió en su agente artístico y vendió sus obras a través de galerías de arte y casas de subastas. Y lo que es más trágico, se vendieron rápidamente y a buen precio, en la más pura tradición del arte relacionado con homicidios ya que muchos aficionados los intercambian y coleccionan.

En la cultura pop, este sórdido suceso ha inspirado muchas obras de arte audiovisual como las películas It, The Joker o American Horror Story. 

Una obra de John Wayne Gacy: Soy el payaso Pogo.

Esperamos que estas historias macabras no influyan demasiado en tus pesadillas.

Si te han gustado estas siniestras anécdotas, no dudes en hacérnoslo saber en los comentarios, ¡todavía tenemos algunas curiosidades a mano para una segunda parte!

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