Todas las obras de Alejandro Tello
Echo en México • 10 obras de arte
Ver todo
ESTE CORREDOR FOTOGRAFICO PRETENDE MOSTRAR DIVERSOS ANGULOS Y VISIONES DE LA IRONIA, A LA REALIDAD DE LA IMAGEN
CUERPOS VACIOS • 10 obras de arte
Ver todoENTRELACES • 14 obras de arte
Ver todoCOPLASADO ENTRE LA IMAGEN Y LA TELEVISÓN • 11 obras de arte
Ver todoOchenta y Uno • 44 obras de arte
Ver todo
OCHENTA Y UNO
[…Para intervenir en un territorio no es simplemente un acto de planificación, sino un[...]
OCHENTA Y UNO
[…Para intervenir en un territorio no es simplemente un acto de planificación, sino un acto de creación, un intento de reunir las contradicciones y transformarlas en relaciones poéticas: en última instancia, estar más atento a la modificación cómo el espacio es percibido que a la forma misma del espacio…] Manifiesto Stalker.
Estando allí, en la casa, empecé a ser recorridos sin destino, basado únicamente en la propia indagación y desorientación del espacio familiar inhabitado que se construye ahora. El objetivo es observar el entorno, su alrededor y comprender la reacción afectiva, que me causo inicialmente de forma inconsciente, así estos apuntes refleja: experiencias pasadas de mi propia autoexploración y el abandono de la memoria colectiva de quienes fueron sus habitantes.
En el número ochenta y uno, vivió una pareja que engendró a nueve hijos. Después de décadas y de múltiples vidas e historias cotidianas, en la actualidad, en la inmensidad del espacio físico y simbólico, es una persona quien lo habita en la soledad. La propiedad está a punto de ser vendida y la historia de cada uno, de todos ellos, se borrará de la memoria, dejando a tras el recuerdo familiar-hogareño y quizá lo único que se mantenga sea una nostalgia del pasado y por el futuro incierto de la casa.
Alejandro Tello
Chiapas, México 2014.
[…Para intervenir en un territorio no es simplemente un acto de planificación, sino un acto de creación, un intento de reunir las contradicciones y transformarlas en relaciones poéticas: en última instancia, estar más atento a la modificación cómo el espacio es percibido que a la forma misma del espacio…] Manifiesto Stalker.
Estando allí, en la casa, empecé a ser recorridos sin destino, basado únicamente en la propia indagación y desorientación del espacio familiar inhabitado que se construye ahora. El objetivo es observar el entorno, su alrededor y comprender la reacción afectiva, que me causo inicialmente de forma inconsciente, así estos apuntes refleja: experiencias pasadas de mi propia autoexploración y el abandono de la memoria colectiva de quienes fueron sus habitantes.
En el número ochenta y uno, vivió una pareja que engendró a nueve hijos. Después de décadas y de múltiples vidas e historias cotidianas, en la actualidad, en la inmensidad del espacio físico y simbólico, es una persona quien lo habita en la soledad. La propiedad está a punto de ser vendida y la historia de cada uno, de todos ellos, se borrará de la memoria, dejando a tras el recuerdo familiar-hogareño y quizá lo único que se mantenga sea una nostalgia del pasado y por el futuro incierto de la casa.
Alejandro Tello
Chiapas, México 2014.
LA OTRA REUNION EZLN • 12 obras de arte
Ver todoTEORÍA DEL MIEDO • 14 obras de arte
Ver todo
TEORÍA DEL MIEDO
Los paisajes que propongo se construyen desde el mirante. No miramos las cosas que[...]
TEORÍA DEL MIEDO
Los paisajes que propongo se construyen desde el mirante. No miramos las cosas que hay dentro del interior, si no relacionamos lo que tenemos en ella.
Este proyecto propone crear una perspectiva más profunda que el propio espacio estético pueda lograr. A partir de la propia personalidad de los bosques, retomo ciertos pasajes y anecdotas personales que sirven de fundamento para poder crear un analisis visual sobre las practicas relacionadas con el miedo al paisaje, al espacio y al entorno que se pueda manifestar dentro de este gran vació lleno de color.
Está reflexión me lleva a entender y comprender que el paisaje puede crear canales simbólicos y conceptuales desde el propio cuerpo de trabajo que señalo con elementos psicológicos: experimente en la infancia y adolescencia, sensaciones que relacionaban ciertos parámetros de miedo a lo desconocido y a perderme dentro del espacio sin un limite o camino por encontrar, esta sensación sigue presente y me cuesta disfrutar el entorno natural.
Esta exploración se manifiesta en la actualidad y se hace más consciente que el miedo personal, se produce desde el territorio que es tan extenso y amplio, mismo que relaciono con el vació, la angustia, la perdida y la soledad que pueda ocurrir del paisaje natural.
Alejandro Tello
Los paisajes que propongo se construyen desde el mirante. No miramos las cosas que hay dentro del interior, si no relacionamos lo que tenemos en ella.
Este proyecto propone crear una perspectiva más profunda que el propio espacio estético pueda lograr. A partir de la propia personalidad de los bosques, retomo ciertos pasajes y anecdotas personales que sirven de fundamento para poder crear un analisis visual sobre las practicas relacionadas con el miedo al paisaje, al espacio y al entorno que se pueda manifestar dentro de este gran vació lleno de color.
Está reflexión me lleva a entender y comprender que el paisaje puede crear canales simbólicos y conceptuales desde el propio cuerpo de trabajo que señalo con elementos psicológicos: experimente en la infancia y adolescencia, sensaciones que relacionaban ciertos parámetros de miedo a lo desconocido y a perderme dentro del espacio sin un limite o camino por encontrar, esta sensación sigue presente y me cuesta disfrutar el entorno natural.
Esta exploración se manifiesta en la actualidad y se hace más consciente que el miedo personal, se produce desde el territorio que es tan extenso y amplio, mismo que relaciono con el vació, la angustia, la perdida y la soledad que pueda ocurrir del paisaje natural.
Alejandro Tello
EL REQUIEM POR EL EXTASIS • 11 obras de arte
Ver todoLa habitación del Recuerdo • 10 obras de arte
Ver todo
«Sí, Alejandro Tello, arranca de mí un exvoto: La habitación del recuerdo (ensayo fotográfico)», por[...]
«Sí, Alejandro Tello, arranca de mí un exvoto: La habitación del recuerdo (ensayo fotográfico)», por Hakobo Morá.
“Seguramente crees que la habitación estaba vacía”
La habitación del suicida, Wislawa Szymborska.
La habitación del recuerdo es un retablo recubierto de exvotos fotográficos; y, en cada historia (narrada en primera persona), se restituye la gloria humana en su divina y reflexiva dimensión suicida.
Porque los exvotos nos han servido para decir en palabras y hacer ver en imágenes la gran suerte y la milagrería nuestra. Por eso, son cinco siglos los de la creación de votivos en el arte latinoamericano. Imposible la extinción del exvoto pintado; y, en México, se cuenta el registro del suicidio a través de los exvotos en el gesto precolombino, en el pictórico de tradición europea, y ahora, el del fotográfico (picture o pictorialismo) en la producción contemporánea, respectivamente.
De las atmósferas re-creadas por Alejandro Tello, se han arrancado milagrosos performances, votivas fotográficas que llevan consigo mismas, el correspondiente relato que surge como un extraño automatismo fuente del estilo surrealista (sólo se trata de narrar lo sucedido, atizando una vez más, el poder de la experiencia vivencial traumática).
Ciertamente, el trabajo fotográfico de Alejandro Tello no pertenece a ningún tipo de ismo pictoricista, es decir, de aquella fotografía (pictórica) academicista. De igual forma, La habitación del recuerdo es tan diferente al trabajo fotográfico del estadounidense, Bill Thomas, quien hace de sí mismo (un Yo inamovible) el corpus y la materia predilecta en imágenes variadas e ingeniosas de tortura y violencia —estructural y directa, respectivamente—, que bien servirían para terminar con la vida de cualquiera. Aún más, el contenido de La habitación del recuerdo nada comparte con el retrato de gabinete de un romántico y naíf personaje despechado, “S. Troisi – Córdoba”, quien es un hombre, como todos los hombres, jugando a la suerte de la ruleta rusa con una pistola en mano. Es decir, Alejandro Tello ha concretado acompasar el dolor de ellos, de ellas (suicidas renuentes) en un sólo tono emocional (de multifactoriales causas ajenas a él, sin proyección alguna de él en ellos, ellas) yuxtaponiéndolo a un portafolio humanístico (emergente) acerca de la no consumación del acto suicida. Aquí, Alejandro Tello lo hace como el mejor de los (as) discípulos (as) subsecuente a la alteridad (el otro, la otra) dentro del pensamiento filosófico del lituano, Emmanuel Lévinas.
Alteridad que trasciende en la fotografía, y que, en la Habitación del recuerdo, Alejandro Tello da un claro sentido común (ético) del, de la suicida en aquellos acontecimientos que permanecen, por principio de cuentas, arraigados a un sentido absoluto de la vida (la expresión popular de que “estás vivo (a), pues a vivir”) en un fuera de sí mismo (a), completamente insatisfecho (a) en esta terrible realidad (psico) social que vivimos y padecemos en México.
Tello no fragmenta la realidad otra en fotografías varias, sino más bien, la entiende en aquella totalidad para el discernimiento de nuestra razón, y a la vez, la categoriza de un modo conceptualizador temático para dar paso a la conciencia de la identidad, que es sólo la conciencia del, de la suicida, respectivamente. Se establece la particularidad de la identidad del todo donde sí se logra exteriorizar la peculiaridad de cada uno (a) de los, las participantes. Y claro, Alejandro Tello no será un “ella” ni un “él”, como tampoco transformará en La habitación del recuerdo a un “ella en él”, menos aún, un “él en ella, ni un Otro (potencial) en un ser infinito”.
Tanto el texto fotográfico de Tello (como lo hiciera en el texto escrito, Lévinas), configuran un modo de ser infinito de la corporeidad del ser finito. Es decir, vincular el sentido temporal y el ser, por lo que la muerte se experimentará como una afección del dolor de la angustia frente a la nada. Es gracias a la muerte que el tiempo existe. Y es, a partir de la muerte, que el tiempo es asumido por ella y por él. Entonces, el morir debe asumirlo cada quien por sí mismo. La muerte, está en la medida en que ésta es, y por ende, cada quien asume un “es mía la vida”.
Llaman la atención tanto la numeración de las fotografías, como las edades respectivas de los, las participantes. Acerca de la primera, en La habitación del recuerdo no se establece la posición numerológica de los ordinales con relación a la magnitud del mismo acto fallido y relatado (cortamente, pero de una gran carga de intencionalidad febril); de igual manera, que las edades de los las participantes de este performance (que oscilan de los ocho años de edad hasta los treinta y siete años) determinen los innumerables intentos (o ideaciones suicidas) de los hoy adultos (as): Adolescentes, mujeres y hombres, quienes pertenecen a la población civil o estudiantil, respectivamente. En este “ensayo fotográfico” (como el propio artista ha llamado a este trabajo de creación visual), el relato en pares sigue un orden del número 1 al 11 indicando movimientos si no metafísicos, sí de crecimiento dialecticos en la propia mirada del fotógrafo chiapaneco.
Sobre todo, el caso quasi naturalista de aquel “niño” al joven adulto, “Marco Fonz”, quien da indicativos de la inutilidad, de desconcertante dependencia (la falta se asertividad) que evidencía aquellas otras señales de alarma del “poderme morir” rompiendo su soliloquio poético por medio de un vulgar eco en “la tercera no fue la vencida”. Parece cantando, con actitud triunfal, “Marco Fonz” (en el intento del flash back de su propia vida) aquel poema católico: La balada del suicidio de C. K. Chesterton. Un estribillo sonando de rebosante humor negro: “Pienso que hoy no me ahorcaré” que aplica en su caso a la imperfección, al fracaso de sus actos.
Alejandro Tello ha llevado a la mesa de la discusión el tema “intentar suicidarse”, el “suicidio” como tal, claro, desde la votiva fotográfica. A nosotros, nosotras nos toca llevar a cabo la crítica social a la falta de atención médica psicológica, psiquiátrica a todos, a todas en materia de Salud Pública en México.
Aquí, el joven artista chiapaneco, ha ido más allá (quizá, hasta sus últimas consecuencias) de lo que hoy en nuestro país pudiera permitirse cualquier creador visual: retratar a la intención expresamente suicida de él, de ella llevándolos (as) a un nivel más alto de concientización pública, en un sociedad (consumista e individualista) desinteresada en la suerte del otro, de la otra. La suerte a quien “qué bueno, no pasó nada” aterriza, más tarde, en un “así mejor me hubiera borrado del mapa. ¡Qué mala suerte!”. Son suicidios no consumados vistos por medio de la cámara en la más completa fugacidad e inmediatez del deseo no cumplido, que a ratos luce —con religiosidad—, colores difuminados dentro de la piel fabulosa del papel fotográfico.
“Seguramente crees que la habitación estaba vacía”
La habitación del suicida, Wislawa Szymborska.
La habitación del recuerdo es un retablo recubierto de exvotos fotográficos; y, en cada historia (narrada en primera persona), se restituye la gloria humana en su divina y reflexiva dimensión suicida.
Porque los exvotos nos han servido para decir en palabras y hacer ver en imágenes la gran suerte y la milagrería nuestra. Por eso, son cinco siglos los de la creación de votivos en el arte latinoamericano. Imposible la extinción del exvoto pintado; y, en México, se cuenta el registro del suicidio a través de los exvotos en el gesto precolombino, en el pictórico de tradición europea, y ahora, el del fotográfico (picture o pictorialismo) en la producción contemporánea, respectivamente.
De las atmósferas re-creadas por Alejandro Tello, se han arrancado milagrosos performances, votivas fotográficas que llevan consigo mismas, el correspondiente relato que surge como un extraño automatismo fuente del estilo surrealista (sólo se trata de narrar lo sucedido, atizando una vez más, el poder de la experiencia vivencial traumática).
Ciertamente, el trabajo fotográfico de Alejandro Tello no pertenece a ningún tipo de ismo pictoricista, es decir, de aquella fotografía (pictórica) academicista. De igual forma, La habitación del recuerdo es tan diferente al trabajo fotográfico del estadounidense, Bill Thomas, quien hace de sí mismo (un Yo inamovible) el corpus y la materia predilecta en imágenes variadas e ingeniosas de tortura y violencia —estructural y directa, respectivamente—, que bien servirían para terminar con la vida de cualquiera. Aún más, el contenido de La habitación del recuerdo nada comparte con el retrato de gabinete de un romántico y naíf personaje despechado, “S. Troisi – Córdoba”, quien es un hombre, como todos los hombres, jugando a la suerte de la ruleta rusa con una pistola en mano. Es decir, Alejandro Tello ha concretado acompasar el dolor de ellos, de ellas (suicidas renuentes) en un sólo tono emocional (de multifactoriales causas ajenas a él, sin proyección alguna de él en ellos, ellas) yuxtaponiéndolo a un portafolio humanístico (emergente) acerca de la no consumación del acto suicida. Aquí, Alejandro Tello lo hace como el mejor de los (as) discípulos (as) subsecuente a la alteridad (el otro, la otra) dentro del pensamiento filosófico del lituano, Emmanuel Lévinas.
Alteridad que trasciende en la fotografía, y que, en la Habitación del recuerdo, Alejandro Tello da un claro sentido común (ético) del, de la suicida en aquellos acontecimientos que permanecen, por principio de cuentas, arraigados a un sentido absoluto de la vida (la expresión popular de que “estás vivo (a), pues a vivir”) en un fuera de sí mismo (a), completamente insatisfecho (a) en esta terrible realidad (psico) social que vivimos y padecemos en México.
Tello no fragmenta la realidad otra en fotografías varias, sino más bien, la entiende en aquella totalidad para el discernimiento de nuestra razón, y a la vez, la categoriza de un modo conceptualizador temático para dar paso a la conciencia de la identidad, que es sólo la conciencia del, de la suicida, respectivamente. Se establece la particularidad de la identidad del todo donde sí se logra exteriorizar la peculiaridad de cada uno (a) de los, las participantes. Y claro, Alejandro Tello no será un “ella” ni un “él”, como tampoco transformará en La habitación del recuerdo a un “ella en él”, menos aún, un “él en ella, ni un Otro (potencial) en un ser infinito”.
Tanto el texto fotográfico de Tello (como lo hiciera en el texto escrito, Lévinas), configuran un modo de ser infinito de la corporeidad del ser finito. Es decir, vincular el sentido temporal y el ser, por lo que la muerte se experimentará como una afección del dolor de la angustia frente a la nada. Es gracias a la muerte que el tiempo existe. Y es, a partir de la muerte, que el tiempo es asumido por ella y por él. Entonces, el morir debe asumirlo cada quien por sí mismo. La muerte, está en la medida en que ésta es, y por ende, cada quien asume un “es mía la vida”.
Llaman la atención tanto la numeración de las fotografías, como las edades respectivas de los, las participantes. Acerca de la primera, en La habitación del recuerdo no se establece la posición numerológica de los ordinales con relación a la magnitud del mismo acto fallido y relatado (cortamente, pero de una gran carga de intencionalidad febril); de igual manera, que las edades de los las participantes de este performance (que oscilan de los ocho años de edad hasta los treinta y siete años) determinen los innumerables intentos (o ideaciones suicidas) de los hoy adultos (as): Adolescentes, mujeres y hombres, quienes pertenecen a la población civil o estudiantil, respectivamente. En este “ensayo fotográfico” (como el propio artista ha llamado a este trabajo de creación visual), el relato en pares sigue un orden del número 1 al 11 indicando movimientos si no metafísicos, sí de crecimiento dialecticos en la propia mirada del fotógrafo chiapaneco.
Sobre todo, el caso quasi naturalista de aquel “niño” al joven adulto, “Marco Fonz”, quien da indicativos de la inutilidad, de desconcertante dependencia (la falta se asertividad) que evidencía aquellas otras señales de alarma del “poderme morir” rompiendo su soliloquio poético por medio de un vulgar eco en “la tercera no fue la vencida”. Parece cantando, con actitud triunfal, “Marco Fonz” (en el intento del flash back de su propia vida) aquel poema católico: La balada del suicidio de C. K. Chesterton. Un estribillo sonando de rebosante humor negro: “Pienso que hoy no me ahorcaré” que aplica en su caso a la imperfección, al fracaso de sus actos.
Alejandro Tello ha llevado a la mesa de la discusión el tema “intentar suicidarse”, el “suicidio” como tal, claro, desde la votiva fotográfica. A nosotros, nosotras nos toca llevar a cabo la crítica social a la falta de atención médica psicológica, psiquiátrica a todos, a todas en materia de Salud Pública en México.
Aquí, el joven artista chiapaneco, ha ido más allá (quizá, hasta sus últimas consecuencias) de lo que hoy en nuestro país pudiera permitirse cualquier creador visual: retratar a la intención expresamente suicida de él, de ella llevándolos (as) a un nivel más alto de concientización pública, en un sociedad (consumista e individualista) desinteresada en la suerte del otro, de la otra. La suerte a quien “qué bueno, no pasó nada” aterriza, más tarde, en un “así mejor me hubiera borrado del mapa. ¡Qué mala suerte!”. Son suicidios no consumados vistos por medio de la cámara en la más completa fugacidad e inmediatez del deseo no cumplido, que a ratos luce —con religiosidad—, colores difuminados dentro de la piel fabulosa del papel fotográfico.
La Habitación del Recuerdo • 22 obras de arte
Ver todoObras vendidas • 5 obras de arte
Cargando ...
Contacto Alejandro Tello
Enviar un mensaje privado a Alejandro Tello